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Buitres y tiburones rondan la integración financiera-productiva regional

Fuentes: Rebelión

Como región, y desde las experiencias de integración, no debemos asumir que este es apenas un problema de Argentina con los fondos buitre. Porque se trata de una agresión del capital financiero internacional a la soberanía de nuestros países, en su triunfante y cínico regreso, después de haber protagonizado la crisis capitalista más profunda y […]

Como región, y desde las experiencias de integración, no debemos asumir que este es apenas un problema de Argentina con los fondos buitre. Porque se trata de una agresión del capital financiero internacional a la soberanía de nuestros países, en su triunfante y cínico regreso, después de haber protagonizado la crisis capitalista más profunda y escandalosa desde la Gran Recesión de los 1930.

Argentina fue llevada a la quiebra en 2001 por los economistas neoliberales y por los poderes financieros que éstos representan. Se vio en la necesidad de declarar el cese de pagos de la deuda externa. Intentó una salida en 2005, para renegociar parte importante de la deuda canjeándola por otros bonos en otras condiciones menos onerosas. Repitió este mecanismo en 2010 y en 2013. La mayoría de los acreedores (93%) aceptó el trato. Ese momento fue aprovechado por organizaciones delictivas de los bajos fondos de ese crimen organizado mundial llamado eufemísticamente «mercados financieros internacionales». Los buitres compararon deuda a 20 dólares y luego empezaron a reclamar su pago a 100 dólares. Posteriormente, consiguieron el apoyo de un Tribunal de Nueva York que falló en contra de los intereses de la Nación Argentina.

Es el retorno del mecanismo de la deuda externa, utilizado como cizalla que rompe la soberanía de los Estados Nacionales, que asalta los presupuestos públicos para apropiarse de los recursos financieros, que frustra las estrategias de un desarrollo autónomo, que pretende colocar gobiernos que se porten de acuerdo a sus requerimientos, que empobrece a los trabajadores que tienen que pagar el ajuste macroeconómico.

Detrás de este ataque viene agazapado el condicionamiento de las instituciones financieras internacionales. Detrás vienen los desvergonzados bancos de inversión, ofreciéndose como prestamistas en el desespero, como tiburones esperando a un náufrago, para darle el mordisco mortal. Detrás vienen los nuevos colonizadores buscado no solo que le paguemos con los ingresos de las exportaciones de nuestras riquezas naturales, sino buscando empeñar la propiedad de los recursos naturales mismos.

La integración financiera regional tiene la palabra

El 26 de noviembre de 2010, en la capital de Guyana, Georgetown, los Jefes y Jefas de Estado de la Unasur, reunidos en la IV Cumbre Ordinaria, crearon el Consejo Suramericano de Economía y Finanzas y decidieron alertar sobre la amenaza que significaban los «Fondos Buitres» para las economías de nuestra región. Eso fue hace casi cuatro años, cuando una de las expresiones institucionales de la integración, la UNASUR, se levantaba como un bloque de contención ante los poderes mundiales que niegan el desarrollo independiente de las naciones de América Latina y el Caribe. Apenas cinco años después que el Comandante Hugo Chávez, junto con otros mandatarios progresistas, liderara la derrota del ALCA en Mar del Plata (2005), la integración latinoamericana mostraba sustanciales avances pero llegaba rápidamente a un punto crucial, luego que en 2008 la crisis capitalista desenmascara la naturaleza de la llamada arquitectura financiera internacional. Era el momento de pasar de la defensiva a la ofensiva, era la oportunidad para la integración financiera.

Es importante recordar cada palabra de la decisión de los mandatarios: «Tomar en consideración el riesgo que pueden representar los «Fondos en Situaciones Especiales» para los países de América Latina e instan al Consejo Suramericano de Economía y Finanzas de Unasur para que elabore un conjunto de recomendaciones tendientes a minimizar los aspectos adversos de este tipo de fondos»[1].

La delegación argentina, en Unasur, propuso este texto, que no solo aprobaron los presidentes sino que lo convirtieron en mandato para que se tomaran las previsiones. Fue una guerra avisada. Cuatro años después, vimos cómo ese mandato se perdió en el cementerio de la retórica olvidada. Cuatro años después intentan poner de rodillas a la República Argentina para que se entregue al poder mafioso de uno de los representantes más criminales de la arquitectura financiera internacional: los fondos buitre. Pasaron casi cuatro años y el capital financiero envió a sus carroñeros como sicarios.

A pesar de los reiterados recordatorios de algunas delegaciones del bloque, entre ellas Venezuela y la propia Argentina, el mandato de las altas autoridades del bloque no sólo no se obedeció. Lo «nuevo que no terminada de nacer» tiene un gran obstáculo en estos organismos que son la esperanza en América Latina. En esta nueva integración, donde «lo viejo no termina de morir», hay un poderoso bloque desobediente a las decisiones de las altas autoridades: una burocracia instalada en la institucionalidad económica de los países, que amparada en una falsa neutralidad técnica se dedicó a colocar palos a la rueda de la carreta hasta que lograron su objetivo gatorpardiano: «cambiar todo para que nada cambie».

Es preocupante como las burocracias y los poderes fácticos logran estar por encima de los poderes de jure, elegidos por los pueblos de cada una de estas naciones.

La Unasur ha tenido grandes avances, especialmente ha sido efectiva en los pronunciamientos sobre delicadas coyunturas políticas donde la mano del poder totalitario del imperio ha querido intervenir. En algunos de sus diferentes Consejos se ha avanzado de una manera importante. En los últimos años, la Secretaría General asumió un enfoque donde se hace insistencia en la necesidad del manejo soberano de los recursos naturales. Esos recursos de la madre tierra son al mismo tiempo una de las grandes fortalezas de la región y por tanto motivo principal para mantenernos unidos.

Pero la integración financiera y productiva no se puede posponer. Podemos llegar a acuerdos para, en forma conjunta, inventariar nuestros recursos naturales, armonizar los modelos institucionales y legales que preservan el manejo soberano sobre estos recursos, promover la investigación y el desarrollo con mayor grado de autonomía, defendernos en bloque contra los intereses de los que quieren aprovecharse de estos recursos, articular estrategias productivas sustentables y construcción de infraestructura que no beneficien al capital trasnacional. Podemos lograr gran parte de todo eso, pero si no hay integración financiera y productiva todo avance que se logre en aquél sentido se lo puede llevar un buitre o un tiburón de un solo bocado.

Las propuestas para la integración financiera regional existen ¿Qué falta?

En el Plan de Acción del Consejo Suramericano de Economía y Finanzas (CSEF), aprobado en 2011, están las propuestas que durante los últimos 3 años se han discutido sin lograr un avance significativo. Una de ellas tiene que ver con el manejo de las reservas internacionales. En esta dimensión resalta la propuesta de crear un Fondo Suramericano, con el que la región generar mecanismo de cooperación que enfrenten los desequilibrios externos de los países.

Otra propuesta dentro del CSEF se relaciona con el uso de monedas locales. La experiencia del SUCRE, promovida por los países del ALBA se une a otros mecanismos existentes en nuestro Sur como son el Convenio de Pagos Recíprocos de ALADI y los Sistemas de Moneda Local ensayado por Argentina y Brasil. Todos estos mecanismos son una respuesta frente a la hegemonía del dólar y la relación de dependencia que se ha establecido.

En los últimos debates, se hizo insistencia en la integración productiva como eje fundamental de la integración financiera, de la inversión en infraestructura, de la integración energética, de la integración comercial y con propósito aprovechar el potencial representado por los recursos naturales. La idea de integración productiva confronta dos puntos de vista bien demarcados: por un lado están los que sostienen que la integración productiva debe basarse en las cadenas globales de valor y, por el otro lado, aquellos países que sostenemos que la integración productiva debe reforzar las cadenas regionales de valor. La primera propuesta, se presenta como una respuesta adaptativa a las tendencias presentes en la actual división internacional del trabajo, donde las grandes corporaciones capitalistas globales moldean los aparatos productivos de nuestra región para que sean funcionales a su planificación transnacional. Esta propuesta es cónsona con el reforzamiento de la dependencia, con la continuidad de la extracción depredadora de nuestros recursos naturales, por tanto, con la tendencia a la reprimarización. Se debe buscar una integración productiva que nos integre, en vez de la desintegración propuesta por las visiones libre-comerciales, que ahora reconocen que el comercio no es suficiente, pero que presentan una propuesta de «integración productiva» que tiene un argumento doctrinario muy precario y colonialista, como lo ha sido el cuento de las ventajas comparativas.

Igualmente, en Unasur se escucharon propuestas de Argentina y Ecuador que planteaban la necesidad de crear instituciones regionales de solución de controversias para enfrentar la imposición de los intereses del capital global sobre los intereses de los estados nacionales, ejecutada por tribunales e instituciones como el CIADI (Banco Mundial) sospechosas de inclinar la balanza a favor de los demandantes, en su mayor parte corporaciones trasnacionales. Se planteó también el CSEF de la Unasur, la necesidad de crear una calificadora de riesgo regional, para enfrentar el poder de las calificadoras de riesgo país, quienes habían demostrado su parcialidad al capital financiero cuando se inició la fase financiera de la crisis económica mundial, ya que mintieron en las calificaciones de los bancos de inversión que fueron a la bancarrota, como Lehman Brothers, o en el caso de Grecia. Las calificadoras de riesgos han sido descalificadas por su funcionamiento políticamente interesado. Es hora que la integración regional neutralice la injerencia de estas «agencias» en las esperanzas de desarrollo de las naciones.

Todas estas iniciativas, pueden configurar un sistema de integración financiera donde se incluiría el Banco del Sur. La puesta en marcha del Banco del Sur constituye un evento significativo para nuestras economías, que contarán con la administración soberana de las fuentes de financiamiento al desarrollo. El Banco del Sur es un pilar fundamental para la nueva arquitectura financiera, pero «como un solo palo no hace montaña», hacen falta levantar las otras columnas del sistema: a) el fondo suramericano de reservas (para asistir a los países que presenten desbalances coyunturales); b) la generalización de mecanismos para el uso de monedas locales; c) la creación de instancias regionales de solución de controversias; d) una calificadora de riesgo regional (con criterios distintos al utilizado por el capital financiero especulativo y parasitario); y, e) proyectos de integración productiva que se basen en las cadenas regionales de valor.

De esta forma, voltearíamos la tortilla de la actual arquitectura financiera, donde -como decía Chávez- los ahorros de la región (expresados en parte en las reservas internacionales) son pagados con bajísimos interés para luego regresar en forma de deuda con onerosos y fraudulentos acuerdos de pago.

Los mecanismos financieros que profundizan la dependencia de nuestras naciones continúan actuando, los buitres y tiburones atacan al que queda indefenso. No podemos dejar que los intereses particulares y las burocracias logren que la integración financiera se paralice o marche a paso de caracol. Es tiempo de no seguir alimentando a los carroñeros y a los depredadores de nuestra independencia.

Nota  

[1] UNASUR, Decisión sobre los «Fondos en Situaciones Especiales» (Fondos Buitres). Ver http://www.unasursg.org/uploads/57/29/5729070e8241407d104338b1f687e227/UNASUR-CO-JEG-DES-10-0009.pdf

José Félix Rivas Alvarado. Economista venezolano fue parte de la delegación venezolana en el Grupo de Integración Financiera de la UNASUR hasta mayo de 2014

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.