
La crisis económica mundial, la pandemia y la guerra en Ucrania debilitaron aún más la economía semicolonial angoleña. Correspondió al administrador colonial, João Lourenço, dictar duras medidas económicas para salvar los bancos y las grandes empresas extranjeras. La UNITA, oposición bien comportada y consentida por la dictadura, hace el juego parlamentario y se niega a incentivar la lucha del pueblo angoleño. Los jóvenes, los raperos, los vecinos de los barrios populares y las zungueiras (vendedoras ambulantes) empezaron a gritar basta. El primer grito fue el 17 de junio.