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Por estos días he recordado de mi adolescencia las agresiones que cometían barcos de guerra de EE.UU. a pesqueros cubanos, como igual lo hicieron hace pocos días contra trabajadores del mar venezolanos.

“No hay caso. La gente de La Matanza ama cagar en un tacho y caminar en calles de barro”.

Nuestra comprensión de las raíces del genocidio perpetrado por Israel podría contribuir a renovar, de cara al futuro, el compromiso con la aspiración de que nunca vuelva a suceder.