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El capitalismo es incapaz de brindar una vida digna a las grandes mayorías

Fuentes: Rebelión

El capitalismo ha producido una polarización económico-social sin precedentes en la historia de la humanidad: una ínfima minoría controla una gran parte del producto total. Según Oxfam, hacia el 2009 el 1% de la población mundial controlaba el 44% de la riqueza global, pasando a concentrar el 48% el 2014, el 50% el 2016, y […]

El capitalismo ha producido una polarización económico-social sin precedentes en la historia de la humanidad: una ínfima minoría controla una gran parte del producto total. Según Oxfam, hacia el 2009 el 1% de la población mundial controlaba el 44% de la riqueza global, pasando a concentrar el 48% el 2014, el 50% el 2016, y pronostica que el 2019 concentrará el 54% de la riqueza global. Es decir, el 1% de la población mundial tiene más riqueza, más dinero, más poder, que el 99% del resto de la población, y sólo 62 multimillonarios tienen una riqueza igual a la que poseen las 3,600 millones de personas más pobres del mundo. Esta aberración es justificada bajo los más disparatados argumentos, que serán motivo de análisis más adelante.

Ahora bien, sabemos que el término pobreza es un concepto distinto al de desigualdades sociales, y comúnmente, de acuerdo a lo difundido por los organismos financieros internacionales, la «pobreza monetaria» hace referencia a la falta de capacidad de un individuo para comprar alimentos suficientes para su reproducción, así como a su baja capacidad de compra de otros bienes y servicios, igualmente necesarios para su sobrevivencia (vivienda, luz, agua, transporte, ropa, etc.).

Pues bien, en los últimos diez o quince años hemos tenido en algunas regiones del mundo y en el Perú en particular una reducción de la pobreza monetaria, a la vez que en otras regiones y países ha aumentado, como en los Estados Unidos y varios países de Europa occidental. Según se ha planteado ya, la reducción de la pobreza monetaria en el Perú y en Sudamérica en general está asociada no a una iniciativa inspirada en principios de justicia social, sino a un criterio económico de búsqueda de ampliación del mercado, de la capacidad consumo de la población. Ya el Banco Mundial plantea teóricamente la necesidad de disminuir la pobreza monetaria bajo un criterio económico, de ampliación del mercado de consumo. Este punto específico deberá ser estudiado más ampliamente mas adelante.

En lo que se refiere al Perú, según el INEI, la pobreza monetaria ha pasado de afectar al 42,4% de la población nacional el 2007, a afectar al 22,7% de la misma el 2014. Actualmente más de siete millones de peruanos viven bajo este concepto de pobreza monetaria, sobre todo de origen indígena, negros, mujeres, niños y jóvenes, serranos y selváticos, y hombres y mujeres con menos años de educación formal que el resto de la población. El Perú indígena, el Perú mestizo, el Perú negro es el que más sufre la pobreza y la extrema pobreza.

Exceptuando los años 2015 y 2014, entre los años 2002 y 2013 el Perú ha crecido a un ritmo de 6.5% anual. Un ritmo de crecimiento importante si se tiene en cuenta la historia económica del Perú, pero un ritmo de crecimiento que, recordémoslo, está por debajo del logrado por los países de Asia del Este, entre ellos y sobre todo China, cuyo promedio de crecimiento ha sido del 10% anual durante décadas, donde ese grado de acumulación no ha persuadido a las élites de evitar que millones de trabajadores perciban los salarios más paupérrimos.

El crecimiento económico del Perú se ha asentado sobre todo en la inversión minera, en la inversión en actividades de agroexportación y en la expansión de las actividades de construcción y servicios. Paralelamente a este crecimiento económico ha tenido lugar la reducción de la pobreza monetaria. Bastante pobre el resultado, si consideramos que con mucho menos Cuba ha hecho mucho más.

Ahora el Perú es considerado un país de ingresos medios y muchos economistas, escritores y periodistas apresurada y eufóricamente han pronosticado el próximo tránsito del Perú al grupo de países considerados como desarrollados.

Pero en los dos últimos años el ritmo de crecimiento económico ha bajado de modo significativo, a menos de la mitad del promedio logrado en poco más de una década. La razón es que el modelo de crecimiento económico ha tenido su motor en el exterior, en la demanda de minerales desde el Asia y específicamente desde China, y esta demanda ha disminuido ostensiblemente por la baja en la economía de estos países, afectados a su vez por la crisis financiera de Estados Unidos y la crisis económica de Europa.

El furor de economistas y escritores respecto al crecimiento económico del Perú es un eco retardado del optimismo liberal europeo del siglo XVIII, para el cual la historia sigue una línea recta ascendente y todos deben copiarlos de buena gana o mediante el sometimiento abierto para alcanzar su grado de desarrollo capitalista, asimilado al concepto de civilización, al fin de la historia. Según este pensamiento, todos vamos de menos a más, de peor a mejor, inevitablemente, ineluctablemente, ineludiblemente, irremediablemente. («Hoy América Latina está rezagada, mañana alcanzará a Europa y seremos un mundo homogéneo y feliz», dicen más o menos).

Si esto es así, estaba perfectamente justificado que se arremetiera contra las poblaciones indígenas y sus hábitats, por la inversión privada, por la acumulación de capital. Y esto es lo que efectivamente ha ocurrido y sigue ocurriendo. Recuérdese la historia de explotación del caucho y el actual despojo de los indígenas amazónicos, propiciado por el Estado peruano.

Pero dos guerras mundiales, el holocausto nazi, las guerras actuales que los imperialistas estadounidenses y sus aliados perpetran en Medio Oriente desmienten fehacientemente que la historia vaya irremediablemente de peor a mejor. Los retrocesos también existen en la historia.

Más aún, ese pensamiento se asentó en la idea propia de la modernidad capitalista: que los recursos naturales del planeta son inagotables. La crisis ecológica ha puesto a la humanidad y al planeta al borde del colapso: calentamiento global por la alta emisión de carbono, contaminación del aire y de las aguas (mares, ríos, lagos), derretimiento masivo de nevados, extinción masiva de animales, extinción masiva de plantas, lluvias ácidas, sequías e inundaciones en lugares donde no era habitual. Así, pues, los modelos de crecimiento económico (básicamente capitalistas, pero también los que se reclaman del socialismo) basados en la idea de que los recursos naturales son inagotables han entrado en franca bancarrota. Marx y Engels sabían muy bien de los efectos altamente destructivos de la acumulación de capital sobre la naturaleza, pero los marxistas y socialistas del siglo XX y de hoy, así como sus «partidos de vanguardia» (cristalización de miles de millones de años de desarrollo de la materia, depositarios de la ciencia, luz y guía, y por eso predestinados a llevar la consciencia comunista a la masa) lo olvidaron, y le deben mucho a los movimientos ecologistas e indígenas, que con sus luchas cotidianas se los han hecho recordar (incluyéndome a mí, desde luego), aunque inefablemente muchos no acaban de comprender la lección.

La euforia provocada por el crecimiento económico del Perú es además una expresión entre otras de la ideología neoliberal, cuyo centro de preocupación es la acumulación de capital privado extranjero y local, sin importar por supuesto los derechos democráticos conquistados por los trabajadores, ni la preservación del equilibrio ecológico ni los derechos de los pueblos indígenas, y, al contrario, colocando a los movimientos sociales como un obstáculo, como enemigos del crecimiento económico y del país mismo. Este es el fin que se persigue con la criminalización de los movimientos sociales.

Desde estas páginas hemos sostenido que el despliegue del capitalismo trae consigo necesariamente polarización económica y social y pauperización. Hemos buscado (y continuaremos haciéndolo) deslegitimar el capitalismo, mostrar por qué es un sistema caduco, viejo, impotente para hacer frente a los desafíos de la hora actual. Buscamos mostrar que la polarización es consustancial al capitalismo, que este sistema económico no es capaz de asegurar a todos la ascensión material y espiritual. La reducción de la pobreza monetaria producida en el Perú (y en América Latina en general) parecería contradecir esta afirmación central, pero buscaremos demostrar que no es así, que el capitalismo no es la solución a los grandes problemas del país y que la globalización en la que el Perú está inserto nos colocará en posiciones más difíciles frente a la dominación del imperialismo estadounidense.

Todos prometieron el paraíso en la tierra, que el desarrollo del capitalismo en las periferias permitiría lograr los grados de bienestar económico y social del que ha gozado la población del centro capitalista hasta hace un tiempo atrás. Liberales, proteccionistas, cepalinos, populistas, prometieron traer la modernidad para todos, altos niveles de vida, ciencia y tecnología, bien bajo el capitalismo de estado, bien bajo el capitalismo privado.

A pesar de que la historia ha negado repetidamente las posibilidades de realización de esa promesa, a pesar de que Europa está en la debacle hoy, a pesar de la profunda crisis ecológica en curso, escritores, economistas y periodistas propician el mito del crecimiento económico capitalista como remedio de todos los males, y como el medio idóneo para elevar sustancialmente la calidad de vida de la gente. Es por tanto necesario seguir analizando la cuestión de la polarización en el Perú como consustancial al capitalismo en las próximas ediciones de Creación Heroica, analizar si la reducción de la pobreza monetaria es el anuncio de una vida digna para todos en el futuro cercano, sobre todo ahora que lamentablemente ninguna de las fuerzas que se reclaman de izquierda y que hoy están presentándose a las elecciones nacionales ha afirmado categóricamente la caducidad del capitalismo y la necesidad de suprimirlo, superarlo y construir una civilización distinta al orden del capital y, por el contrario, propicia a su manera la ilusión de que con algunas reformas será posible que las amplias mayorías logren una alta calidad de vida bajo el capitalismo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.