Recomiendo:
0

Entrevista a Héctor Ibarra, historiador y ex guerrillero internacionalista en El Salvador

«El FMLN fue el ejército guerrillero mejor organizado del siglo XX»

Fuentes: Rebelión

La memoria histórica es mucho más vívida cuando la narran sus protagonistas. Como en el caso de Héctor Ibarra («Genaro»), internacionalista mexicano que combatió desde 1982, y durante una década, en el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) durante la guerra civil en El Salvador (1981-1991). Pasados los años, y ya con el FMLN […]

La memoria histórica es mucho más vívida cuando la narran sus protagonistas. Como en el caso de Héctor Ibarra («Genaro»), internacionalista mexicano que combatió desde 1982, y durante una década, en el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) durante la guerra civil en El Salvador (1981-1991). Pasados los años, y ya con el FMLN en el gobierno, este ex guerrillero trabaja como historiador e investiga para recuperar la memoria del sector popular. Sobre todo, la aportación de los militantes internacionalistas. Asegura que, para muchos especialistas, «el FMLN llegó a ser el ejército guerrillero mejor constituido y estructurado del siglo XX». Ibarra estuvo recientemente en Valencia, invitado por el Centro de Solidaridad con América Latina y África (CEDSALA) y Amanecer Solidario (ASOL).

¿Por qué te enrolaste en la guerrilla del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) durante la guerra civil que sacudió El Salvador?

Pertenezco a la generación del 68 y llevaba en mi país, México, más de una década de activismo revolucionario. Desde los 13 años. Mi opción política fue la vía insurreccional de masas. En la primera mitad de los 70 participé en el movimiento estudiantil; en la segunda mitad de la década me inicié como activista sindical, y fui dirigente minero en Nacozari y de los telefonistas en Hermosillo Sonora. Formé parte también de los Comités de Solidaridad con Nicaragua, primero, y después con El Salvador. Unos compañeros que provenían de la lucha armada buscaban entonces a gente con conocimientos de comunicación y experiencia en el mundo de la solidaridad. Así es como me incorporo, en calidad de internacionalista, a la guerrilla salvadoreña.

¿Qué tareas desempeñaste desde tu llegada al país?

Participé como técnico en «Radio Venceremos» durante dos años. Además, desempeñé la función de responsable político en la escuela militar revolucionaria y diversas tareas en el Frente Nororiental Francisco Sánchez. Obtuve el grado de Mayor en la Tercera Región Militar del FMLN. Te destacaría asimismo mi participación en la importante ofensiva de 1989, que abrió el camino a las negociaciones con el gobierno que se produjeron dos años después. Al final del proceso, tuve un desencuentro con la dirección del FMLN por su giro socialdemócrata. Algo que yo veía como un síntoma de derechización.

El conflicto armado en El Salvador se saldó con 75.000 muertos y desaparecidos, y más de dos millones de desplazados. ¿Por qué se desencadenó la guerra?

El conflicto era inevitable. A finales de los 70 todo apuntaba a que el país estallaría. Coexistían una crisis política, un modelo económico anacrónico (El Salvador era como un gran enclave cafetalero) y una situación revolucionaria derivada del descontento popular. Gobierna a finales de los 70 el general Carlos Humberto Romero, y la élite se va reduciendo a un núcleo oligárquico cada vez más reaccionario. Por el otro lado, un sector de la burguesía nacional (encabezado por Enrique Álvarez Córdova) se decanta por el sector popular; un sector constitucionalista de las fuerzas armadas que opta por las reformas. Y, por supuesto, el movimiento obrero, de estudiantes y campesinos, la teología de la liberación y las organizaciones de tugurios (zonas muy pobres). Como te apuntaba, a finales de los 70 la situación se radicaliza.

¿En qué contexto se produce el conflicto?

En primer lugar, destacaría los crímenes perpetrados por el terrorismo de estado. Algunos años antes se producen grandes masacres, como la de «Tres Calles» y «La Cayetana», de la que son víctimas los campesinos. También sucede la del «30 de julio» contra los estudiantes. Cabe añadir, asimismo, el ejemplo de la revolución sandinista de 1978, que actúa como fuente de inspiración para el sector popular. Se respira un ambiente de insurrección en el país.

¿Cuándo arranca el periodo insurreccional?

En 1979, con el golpe de estado del sector reformista frente al general Carlos Humberto Romero, que finalmente no triunfa. El ejército responde, entre 1980 y 1982, con masacres y desapariciones en el campo. Se inicia la contrarrevolución. Y los planes de contrainsurgencia apoyados por Estados Unidos. La guerra frente a la contrarrevolución comienza el 10 de enero de 1981 y finaliza el 31 de enero de 1991. ¿Qué hubo a fin de cuentas? Una guerra civil entre un ejército oficial y un pueblo en armas formado por obreros y campesinos.

¿Qué rol desempeña Estados Unidos en el conflicto?

Reagan accede al poder en el año 1981. Es quien inicia la escalada intervencionista al tiempo que triplica la ayuda al gobierno, formado por los generales de derecha y la democracia cristiana. También comienzan a llegar más asesores militares y barcos de guerra en el golfo de Fonseca. Pero hay una cuestión esencial. El diseño y financiación de los planes de contrainsurgencia («Tierra arrasada» y «Yunque y martillo») así como de las masacres es de los Estados Unidos. Esto en una primera etapa.

¿Y después?

A partir de 1984 se pasa a la llamada guerra «de baja intensidad». Aumenta el nivel de intervención económica y el suministro de dólares al gobierno salvadoreño por parte de Estados Unidos. También se envía material logístico, armas, flotas aéreas de aviones y helicópteros, así como pequeñas unidades especiales y batallones de contrainsurgencia. Es una ayuda, digamos, más sofisticada que en la etapa anterior, con una mayor componente de inteligencia y créditos. Pero resulta decisiva, porque contribuye a prolongar una guerra que, de otra manera, hubiera ganado el FMLN en 1984.

Investigas todos estos hechos como historiador. ¿En qué aspectos te centras y qué metodología utilizas?

Trabajo en la memoria histórica de El Salvador, en general, y también en el en el Grupo Promotor de la Memoria Histórica sobre los Internacionalistas. En la guerra civil vino gente a luchar de México, Chile, Argentina, Bélgica, Francia, el País Vasco, entre otros países. En el grupo abordamos sobre todo la historia oral con testimonios de internacionalistas y con las biografías de los caídos en el frente. Porque en general la «historia de bronce» se centra en las grandes fechas, batallas y personajes. Nosotros, por el contrario, tratamos de rescatar los sujetos colectivos, que forman el sustrato de toda revolución. En los 70, el movimiento urbano popular (obreros y estudiantes). Y en los 80, los campesinos, que son el componente esencial del FMLN.

Por otra parte, ¿Qué similitudes y diferencias observas respecto a otros procesos revolucionarios que sucedieron en América Central en el mismo periodo?

En Nicaragua tuvo lugar durante dos años (1978-80) un proceso insurreccional que concluyó con la victoria del Frente Sandinista. En Guatemala pienso que los compañeros nunca se integraron plenamente -quiero decir, con una determinación total- en los grupos armados guerrilleros. Allí los militares implementaron una política de genocidio, que se cebó particularmente con el pueblo maya. Hay especialistas que consideran que, en El Salvador, se constituyó el ejército guerrillero mejor estructurado del siglo XX, el FMLN. Con unidades regulares formadas por más de 50 hombres, tropas especiales, francotiradores, zapadores y, en definitiva, un ejército nutrido y bien organizado, al que apoyó masivamente la población campesina.

En 1992 se suscribieron los Acuerdos de Paz en El Salvador entre gobierno y guerrilla. ¿Qué balance haces de una década de conflicto armado? ¿Y de los acuerdos de paz?

El balance de la guerra civil fue lo que se definió como un «empate militar». Por tanto, se tuvo que llegar a un acuerdo entre ambas partes. Con los Acuerdos de Paz se implementaron algunas reformas estructurales de carácter político, que permitieron, por ejemplo, que la oposición (el FMLN o el Frente Democrático Revolucionario) se integraran en la democracia representativa. Además, se depuró el aparato judicial de la dictadura y se implementó una reforma policial y militar. Por otra parte, las reformas de carácter socioeconómico no se concretaron y tuvieron poco alcance. Se hizo poco por los sectores excluidos y hubo un reparto de tierras, pero de poco calado.

Llegada la democracia, ¿Cómo evalúas los gobiernos del FMLN?

Antes que el FMLN accediera al poder en 2009, y es muy importante tenerlo en cuenta, hubo cuatro administraciones de la derecha. Los gobiernos de ARENA adelgazaron y saquearon el estado, vendieron casi todas las empresas públicas de sectores como la energía, banca o servicios. También se iniciaron los procesos de privatización de la salud y la educación. ARENA le dejó al FMLN un estado sin fondos y con una deuda descomunal, que ellos mismos generaron. En ese contexto, los gobiernos de Funes-FMLN han impulsado proyectos de mejora en el campo educativo. Pienso, por ejemplo, en la entrega de vasos de leche, zapatos e instrumental para los colegiales. Respecto a la cuestión agraria, se ha concedido su título de propiedad a 30.000 campesinos. Se promovió también la iniciativa «Ciudad Mujer» en todas las cabeceras de departamento, que incluye aspectos como violencia familiar, empleo e igualdad de oportunidades.

¿Qué problemas afronta actualmente, a grandes rasgos, el gobierno de Funes-FMLN?

Por un lado, vivimos una situación económica deplorable. Pero también existe un problema muy serio con la violencia. El año pasado hubo una media de 14 asesinatos diarios. El Salvador, de hecho, es el segundo país más violento del mundo. Sin embargo, se ha dado una mejora en este sentido. La media de crímenes ha descendido a cuatro diarios. Esta evolución positiva es resultado de la obra de Funes con el apoyo de la Iglesia.

¿En qué estado de salud se halla el movimiento social en El Salvador para actuar en esta coyuntura?

Las organizaciones de mujeres, indígenas, campesinos y estudiantes desarrollan su trabajo, pero en general tienen poca fuerza. Los movimientos sociales están escasamente coordinados y poco articulados. A mediados de 2000 se impulsó la «Concertación Social» frente a cuestiones como el Tratado de Libre Comercio, pero tampoco cuajó. Pero la cuestión viene de lejos. El movimiento social que existía en la década de los 70 fue desmantelado por la represión y durante la guerra civil.

Por último, ¿Por qué se sabe poco de El Salvador en los países del Norte? ¿Consideras que el país constituye un «agujero negro» informativo?

Pienso que esto depende de las coyunturas históricas. Durante la guerra civil, El Salvador figuraba en la primera plana de los periódicos y en todos los informativos de televisión. Pero hoy, por el contrario, ya no se incluye en el orden del día. Algo parecido ocurrió con la información sobre los zapatistas, que entre 1994 y 2000 aparecían en los medios pero ahora los han «invisibilizado». No hemos de olvidar que los medios están controlados por los grandes grupos de poder económico. En el caso de El Salvador y en general de Centroamérica, se habla mucho de violencia. Pero existe la de «cuello blanco», no sólo la de los pobres. No se explica en los medios los grandes intereses económicos que hay detrás del crimen organizado, los carteles y las bandas de narcotraficantes.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.