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Libertad para Guillermo Bermejo

En Perú también hay presos políticos

Fuentes: Rebelión

Lo conocí en la lucha contra la dictadura fujimontesinista. Era el año 2000 y nos cruzamos por la plaza San Martin (trinchera de combate le decían algunos porque allí se centralizó la rebelión de la gente contra las fuerzas represivas a través de lavado de banderas, cacerolazos y enfrentamientos contra la policía antimotines), pero fue […]

Lo conocí en la lucha contra la dictadura fujimontesinista. Era el año 2000 y nos cruzamos por la plaza San Martin (trinchera de combate le decían algunos porque allí se centralizó la rebelión de la gente contra las fuerzas represivas a través de lavado de banderas, cacerolazos y enfrentamientos contra la policía antimotines), pero fue en una protesta contra el canal 4 que estrechamos lazos junto a otro compañero de Huancayo. Tengo entendido que militó en las juventudes apristas, y como varios jóvenes radicales contra el sistema, termino rompiendo con éste por el carácter en descomposición política del partido que fundara Haya de la Torre en los albores del siglo XX.

Recuerdo que en medio de las negociaciones de la OEA (que planteaba que el dictador dirigiera el gobierno de transición), él fue uno de los que asumió una posición más a la izquierda proponiendo un gobierno popular. No estoy seguro si era consciente de la propuesta o si era su instinto de clase. La verdad que yo tampoco tenía clara la figura, pero mi instinto (como el de muchos jóvenes que recién intervenían en política como parte de un movimiento democrático de cientos de miles), me decía que la «OEA nos huevea».

En ese entonces vivíamos una situación de transición entre lo viejo (la dictadura neoliberal y su sistema de partidos que tenía que morir) y lo nuevo (la democracia real que no terminaba de nacer), con un nuevo actor: La juventud.

Después de meses de lucha y gracias al carácter de desborde popular que tuvo el movimiento cívico (superando la política conciliadora de Alejandro Toledo, el Foro Democrático y los partidos que astutamente se realinearon detrás de éste), la dictadura se derrumbó como un castillo de naipes (previa difusión de los vladivideos de la corrupción facilitados por alguien del entorno del propio Vladimiro Montesinos), al calor de consignas como «democracia sí, dictadura no», «y va caer y va caer la dictadura va a caer», «prensa basura, vergüenza nacional».

El dictador Fujimori renunció por fax desde Japón, Montesinos fue capturado en Venezuela (después de estar dando vueltas por el Pacífico), y altos mandos de las FF.AA., empresarios y funcionarios del régimen cayeron presos y otros fugaron. Pero el documento político que dio origen y razón al régimen de facto no cambió ni un punto: La constitución de 1993.

Y eso lo comprendió Guillermo Bermejo. Por eso es que (como varios que nos formamos en política revolucionaria a través del maravilloso movimiento de la Marcha de los 4 Suyos), Guillermo sacó lecciones de todo este proceso y comenzó a estudiar más a los clásicos a la misma vez que se alimentaba de las luchas del pueblo.

Y ahí estaba presente en la lucha de los estudiantes contra las dictaduras universitarias (que no tenían siquiera centros federados), en la lucha de los sindicatos por mejores derechos laborales y en la de los agricultores por más inversión y apoyo del Estado.

Justamente fue a este último sector al que él se orientó políticamente estrechando fuertes vínculos con el campesino cocalero por su carácter antiimperialista.

Después de su decepción con los viejos aparatos de izquierda, y por el 2004 aproximadamente, Bermejo, fundo, un colectivo de jóvenes denominado «Todas las Voces» reclamándose guevarista. Desde entonces emprendió una campaña de agitación y propaganda contra el sistema capitalista que tuvo un quiebre cuando fue apresado por el gobierno de Alan García el 29 de diciembre del 2006 (en los albores del segundo periodo presidencial del líder aprista), acusado de querer realizar una acción «terrorista» contra Palacio de Gobierno y la embajada yanqui.

Y no era para menos. García gano las elecciones con la estrategia de acusar de «chavista» a Ollanta Humala. No obstante, él sabía que su luna de miel iba a ser corta y que necesitaba un chivo expiatorio para exacerbar los miedos de los ciudadanos para legitimarse y poder aplicar los planes de ajuste neoliberal.

Y es así como vieron en Bermejo y el colectivo Todas las Voces el «enemigo» necesario. Pero como las acusaciones eran ridículas tuvieron que liberarlo al día siguiente. Lo acusaron de ser de las FARC, de los remanentes de Sendero Luminoso (que están en la selva liderados por los hermanos Quispe Palomino), y después del MRTA, sin tener en cuenta las diferencias ideológicas entre las agrupaciones y que Guillermo tenía un método de lucha democrático realizando actividades al aire libre.

«…Yo vine al VRAEM a asesorar a una comunidad que tiene problemas con el Estado, que le quiere quitar sus terrenos para construir un aeródromo militar. Y lo que comenzó con visitas esporádicas desde inicios del año pasado, se ha convertido en estadía permanente, porque caminar el VRAEM, ver sus problemas y quedarme de brazos cruzados, sería contradictorio con mi historial. Los que me conocen saben de lo que les estoy hablando…», escribió Guillermo (Revista Mariátegui, Respuesta a la jauría mediática, 16/03/14;   https://mariategui.blogspot.pe/2014/03/peru-carta-de-guillermo-bermejo-de.html ).

Y a pesar de la falta de pruebas continuó la persecución política.

Durante la rebelión social del Baguazo tuvimos diferencias en cuanto a la táctica política para derrocar al gobierno. Sin embargo, la estrategia era la misma: Un gobierno de los trabajadores.

Después de la rebelión de los amazónicos (que pudo derrocar al gobierno de García sino fuera por la estrategia democratizante de la izquierda formal), que terminó en una derrota política del régimen de García, nos dejamos de ver (aunque una vez lo vi recolectando firmas para inscribir el «partido cocalero» que parece no funcionó al final).

Pero sería cuestión de tiempo para que la ultraderecha vuelva a atacarlo reabriendo el caso contra él hasta que decidió asilarse en Venezuela en febrero del 2015. En Venezuela estuvo participando activamente en el proceso de la revolución bolivariana dando charlas con la Cátedra Che Guevara, escribiendo en defensa del proceso y haciendo prensa en radio, hasta que decidió regresar al Perú para afrontar el proceso por terrorismo que se le aperturo siendo detenido el 03 de abril por las fuerzas policiales del gobierno antibolivariano de PPK y puesto en un penal de máxima seguridad.

PD- Se hace necesaria la solidaridad frente a las embajadas de Perú en el mundo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.