Una vez terminada la guerra civil y continuada, al mismo tiempo, en otras formas, se inicia un proceso de construcción de una nueva sociedad y de un nuevo ser humano. Se trataba de eliminar las condiciones que hicieron posible la rebelión que llevó a la guerra de veinte años. Este trabajo era parte de una […]
Una vez terminada la guerra civil y continuada, al mismo tiempo, en otras formas, se inicia un proceso de construcción de una nueva sociedad y de un nuevo ser humano. Se trataba de eliminar las condiciones que hicieron posible la rebelión que llevó a la guerra de veinte años. Este trabajo era parte de una serie de pasos ya avanzados, dirigidos a aniquilar la clase obrera y la clase campesina, y ambos objetivos se logran desmontando la planta industrial y renunciando a la producción de alimentos en el agro.
Recordemos que la guerra civil fue una guerra preponderantemente campesina y de sectores medios de la ciudad, y también recordemos que en estos acontecimientos, los sectores oligárquicos tradicionales perdieron su protagonismo y toda posibilidad de conducción histórica. Fueron las clases medias, de la ciudad y del campo, las que tomaron en sus manos la conducción de la guerra hasta su desenlace. Una vez llegado el proceso a este punto y transformados los antiguos insurgentes en integrantes de los aparatos de Estado, es decir, hechos gobernantes, empiezan a entender el mundo desde arriba y desde afuera, y es aquí, en estos momentos, cuando se establecen los acuerdos con los sectores oligárquicos tradicionales, a los que nos hemos referido anteriormente.
En el periodo histórico que se abrió, se estableció el reinado total del mercado total, y una política neoliberal ortodoxamente aplicada, hizo de nuestro país un verdadero laboratorio. Se trataba de construir la sociedad mercantil que ahora tenemos. En esta, las cosas, es decir, las mercancías, determinan el valor de las personas, y éstas solo se relacionan entre sí, a través de las cosas, y el valor de estas personas depende plenamente de las cosas que tenga. En esta sociedad, todo tiene precio y casi nada tiene valor. Desde luego, todo es mercancía y todo es vendible y comprable.
En este diseño, la sociedad deja de ser el hábitat donde seres humanos conviven en base a acuerdos y conveniencias mutuas y es, en realidad, un mercado, en donde funcionan compradores y vendedores. Los antiguos obreros son sustituidos por los actuales proletarios y éstos, que no producen bienes materiales, se dedican a vender su fuerza de trabajo. Este proceso de proletarización que venía avanzando desde el siglo pasado es plenamente culminado en esta etapa. Aquellos sectores profesionales que aún podían ejercer libremente profesiones y ganar independencia económica y posición social han perdido totalmente esa posibilidad y se han convertido en asalariados plenos.
El golpe social y económico confunde a estos sectores, que se dan cuenta de lo ocurrido en las entrañas de su vida, pero que no terminan de comprender ni el peso de los acontecimientos ni de definir su papel en la nueva sociedad. Sin embargo, una vez reducida notablemente la clase obrera, resulta que los sindicatos organizados incluyen a profesionales de la medicina que luchan por reivindicaciones económicas y laborales, tal como ocurría en décadas pasadas con obreros sindicalizados. Se trata de profesionales luchando como obreros; pero sin contar con una ideología que les resuelva los enigmas que habitan en su cerebro político.
La banca pasa a ser controlada totalmente por bancos extranjeros y desaparece el ahorro nacional, de la misma manera en que desaparece la moneda nacional y es sustituida por el dólar estadounidense. De los antiguos oligarcas tradicionales se desprende un pequeño sector constituido por grandes inversionistas en el extranjero, que evitan realizar inversiones estratégicas en el país, al que prácticamente abandonan, o en todo caso, no parecen considerarlo el escenario principal de sus inversiones principales.
Es un pequeño grupo que invierte en Centroamérica, en América Latina y en otras partes, pero que no renuncia a su influencia y control del pequeño país al que siguen considerando y tratando como su patio controlable y controlado. No hay nada de patriotismo en su conducta y tampoco nada de lo que podría considerarse como propio de una burguesía nacional, es decir, de un sector capitalista con proyecto propio y hasta diferente a la metrópoli imperial. Nada de eso ocurre en nuestro país hasta ahora. Se trata de sectores económicamente burgueses pero políticamente oligárquicos.
Los campesinos, al ser diezmados clasista, económica y políticamente, se convierten en emigrantes para los que Estados Unidos abre sus puertas, y los campos quedan, así, libres de campesinos, de esos que fueron capaces de levantarse, mientras son poblados, pueblos, caseríos y cantones, por una población de jóvenes que ni quieren ser campesinos, ni les interesa la agricultura, ni aman el campo y la naturaleza, ni tienen una actividad productiva determinada, ni pueden estudiar en ninguna universidad. Por eso, la zona rural aparece desolada y las tierras parecen abandonadas.
En el mercado construido, el negocio consiste en comprar los alimentos en el exterior y no en producirlos localmente, en revenderlos con ganancia, sin manos campesinas. Mientras, los últimos productores que resisten resultan abatidos por los grandes comerciantes que suben y bajan los precios de los granos a su voluntad y conveniencia.
En esta sociedad de mercado total desaparece la educación dedicada a enseñar a pensar al estudiante, y aparece el sistema educativo, plenamente dedicado a producir al trabajador de las empresas extranjeras y, en ningún caso, a construir el estudiante preocupado por su historia, por un pasado que contiene las llaves ocultas de los acontecimientos actuales, o dedicado al conocimiento científico que los puede acercar a las verdades peligrosas. La educación de mercado evita todo lo que puede llegar a hacer de las personas seres libres y, mucho menos, felices y seguras de sí mismas.
Veremos a continuación cómo este orden ha construido a los seres humanos adecuados y de ahí a las personas convenientes.
Enlace a la primera parte: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=195080
Dagoberto Gutiérrez es Vicerrector de la Universidad Luterana Salvadoreña.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.