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III Cumbre de Celac en Costa Rica, con avances y límites

Fuentes: La Arena

Esta semana se realizó la III Cumbre de la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe en Costa Rica. La entidad reafirmó su perfil de integración latinoamericana. También se evidenciaron ciertos debates y diferencias. De la Celac participan 33 países de Latinoamérica y el Caribe, cerrándose la puerta en las narices a Estados Unidos […]

Esta semana se realizó la III Cumbre de la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe en Costa Rica. La entidad reafirmó su perfil de integración latinoamericana. También se evidenciaron ciertos debates y diferencias.

De la Celac participan 33 países de Latinoamérica y el Caribe, cerrándose la puerta en las narices a Estados Unidos y Canadá. Por eso se suele ilustrar diciendo que es una OEA buena, con Cuba adentro y Washington afuera.

Su reunión fundacional fue en diciembre de 2011 en Caracas, bajo el poderoso influjo de Hugo Chávez. La serie continuó en 2013 con la I Cumbre en Santiago de Chile, continuó en 2014 con la II en La Habana y se plasmó este 28 y 29 de enero en la III, en el Centro de Eventos El Pedregal, en Costa Rica. La presidencia pro-témpore pasó del anfitrión Luis Guillermo Solís al ecuatoriano Rafael Correa, por todo 2015.

En esta cita faltaron cuatro presidentes; tres con problemas políticos y que no simpatizan demasiado con la Celac; la cuarta, Cristina Fernández, con el tobillo fracturado y una bota de yeso. Los tres ausentes, no justificados, fueron el peruano Ollanta Humala y el mexicano Enrique Peña Nieto, jaqueados por la oposición a una ley de flexibilización del empleo juvenil y por la desaparición de los 43 normalistas en Guerrero, respectivamente. Perú y México son parte de la Alianza del Pacífico, entidad pro estadounidense muy diferente de la CELAC. El otro que pegó el faltazo fue el paraguayo Horacio Cartes, ante el recrudecimiento de las protestas campesinas y enfrentamientos del ejército con incipientes grupos guerrilleros.

Aunque sea un detalle menor, de por sí una cosa buena de estas cumbres, ninguneadas por las agencias de noticias alineadas con la Casa Blanca, es la información sobre quiénes son las autoridades de países que en estas latitudes son casi desconocidas. El cronista no está pensando sólo en Belice, Guyana y Trinidad Tobago sino también en Costa Rica, Guatemala, Honduras, etcétera.

Si no hubiera sido por esta reunión la mayoría de los lectores, incluido el cronista, no habría sabido que el jefe de estado costarricense era Solís. Que el de Honduras, donde hubo en estos años golpe de Estado y elecciones, es Juan Orlando Hernández y el de República Dominicana, Danilo Medina. Viene bien refrescar que el de Panamá es Juan Carlos Varela, porque en abril será el dueño de casa de una Cumbre de las Américas que se abrirá por primera vez a Cuba (hasta ahora apartada por el Departamento de Estado).

Daniel Ortega, de Nicaragua, respaldó la independencia de Puerto Rico y cedió parte de su tiempo al líder del Partido Independentista boricua, Rubén Berríos. Otros gobernantes caribeños son una incógnita para los lectores sudamericanos, como la primera ministra de Trinidad y Tobago, Kamla Persad-Bissesar; el jefe de gobierno de Bahamas, Perry Christie; el de Antigua y Barbuda, Gaston Browne; el de Guyana, Samuel Hinds; y el de Jamaica, Portia Simpson-Miller.

Logros de la región

Los costados positivos de reuniones de esta índole van mucho más allá de saber quiénes son los presidentes, y de que éstos se conocieran mejor.

Los de la Alianza Bolivariana de Nuestra América (ALBA) se conocen perfectamente porque funcionan hace años: Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Ecuador, Dominica, San Vicente y Granadinas, Barbuda y Antigua, Granada y Federación de San Cristóbal y Nieves.

Hubo coincidencia en que con años de expansión económica y el rol positivo de los estados interviniendo en las economías, hubo logros en la reducción de la pobreza. Esta problemática estaba en la agenda del evento costarricense. Varios oradores remarcaron sus avances en la mejor distribución de la riqueza: la brasileña Dilma Rousseff, el canciller Héctor Timerman, el ecuatoriano Correa y el boliviano Evo Morales.

Fue este último quien informó que desde el 2006 en que comenzó su gobierno, hasta 2014, redujo la extrema pobreza desde el 44 por ciento de la población al 17. Su explicación fue sencilla y antiimperialista. Ahora la riqueza petrolera se democratiza.

De todos modos mal harían los mandatarios de la región en dormirse sobre los laureles, creyendo que casi todo se hizo y fue positivo el 100 por ciento de lo realizado.

La admisión de las cosas que faltan estuvo presente los discursos. Uno de los más claros fue Raúl Castro. «Pero la región de América Latina y el Caribe es aún la más desigual del planeta. En promedio, el 20% de los hogares con menores ingresos capta el 5% de los ingresos totales; 167 millones de personas sufren todavía de la pobreza, uno de cada cinco menores de 15 años vive en la indigencia y la cifra de analfabetos supera los 35 millones», dijo el cubano. Concitaba muchísima atención porque venía de sorprender al mundo algo más de un mes atrás con sus anuncios con Obama para la reanudación de relaciones diplomáticas.

Correa hizo una propuesta concreta: erradicar la pobreza extrema, que hoy fulmina a 68 millones de latinoamericanos y caribeños, en un plan a cinco años. Dijo que este objetivo es perfectamente realizable. Lo bueno es que él será el titular pro-témpore hasta la IV Cumbre en Ecuador.

Dos de las resoluciones adoptadas giraron en torno a Cuba: una demandando a EEUU el levantamiento del bloqueo y otra exigiendo que la isla sea retirada de la lista de patrocinantes del terrorismo internacional donde fue incluida de modo arbitrario e injusto.

Se dirá, con acierto, que el cambio de táctica de la administración Obama, de liberar a los tres antiterroristas cubanos y flexibilizar el bloqueo con parte de los viajes de estadounidenses a La Habana, en camino de reabrir las respectivas embajadas, fue una gran victoria cubana. Tal cual, pero con un agregado: la Celac también fue importante. Fueron 33 gobiernos y cancillerías, más la opinión de buena parte de sus poblaciones, tirando para el mismo lado. Y así lo agradeció Castro, refiriéndose al grupo y a los 188 países que en la ONU votaron por levantar el bloqueo.

Los límites

Por supuesto no todo lo que reluce es oro dentro de la Celac y se notó en la cita tica. Hubo desacuerdos entre los cancilleres que preparaban el documento final y las 23 declaraciones en particular. La diferencia no radicó en temas asumidos por el conjunto, como la condena al bloqueo estadounidense a Cuba o el apoyo irrestricto a Argentina en su reclamo de negociaciones por soberanía con el Reino Unido por Malvinas y en el conflicto con los «fondos buitres».

El problema fue blanqueado por el vice canciller de Costa Rica, Alejandro Solano, en la víspera de la Cumbre. Admitió dos diferencias: sobre la naturaleza en sí de la Celac y la independencia de Puerto Rico. Sobre éste fue la segunda reunión que no resuelve un plan para incorporarlo como estado número 34. Solano aludió a una polémica sobre si privilegiar la autodeterminación de las naciones o bien la no injerencia en los asuntos internos. Traduciéndolo, los que quieren avanzar con la sumatoria de Puerto Rico, son partidarios de la autodeterminación. Los que se oponen, alegan la no injerencia, que en este caso favorece al imperio. El asunto no tuvo una solución favorable y Ortega debió ceder unos minutos para que el boricua Berrios dijera lo suyo.

La otra discusión fue sobre la naturaleza de la entidad y el método de funcionamiento. La izquierda representada entre otros por Correa quiere que se aprueben planes con metas cuantificables y se arbitren las medidas para realizarlas, como en el ejemplo de erradicación de la miseria. O sea, piensa a la Celac como un órgano político colectivo. Y quiere que los diferendos se solucionen mediante la discusión y una democrática votación. La derecha, de la Alianza del Pacífico y otros gobiernos de centro-derecha, en cambio, se aferran al consenso. Saben que con ese mecanismo, aún con un solo país que se oponga a una resolución, obligará a que ésta se discuta eternamente.

Perú, Colombia y México ponen palos en la rueda. Ellos quieren que Celac sea un mero foro de discusión de problemas, sin resoluciones obligatorias. Su argumento es tan falaz como sencillo: «no queremos que sea otra OEA, tenemos una buena OEA y en todo caso hay que mejorarla». La entidad que elogian tiene a Washington como socio principal y las puertas cerradas a la Patria de José Martí.

Hay un tercer foco de discordia, donde se ve la mano del imperio. Celac tiene muy buenas relaciones con China y en enero hizo un Foro en Beijing donde consiguió el anuncio de créditos por 35.000 millones de dólares. Eso no les agradó a los de sintonía fina con la Casa Blanca, con mentalidad de «patio trasero» y que juegan en la estrategia global del Tesoro y el Pentágono.

Los aliados norteamericanos van perdiendo esta partida. «El intercambio comercial con China se multiplicó por 10 en la última década, hasta alcanzar los 261.700 millones en el 2013, con un crecimiento del 30% a partir del 2000», expresó el presidente de Costa Rica, Solís, que no es precisamente un izquierdista.

El 10 y 11 de abril los presidentes se verán caras en Panamá, en la Cumbre de las Américas, con presencias simultáneas de Obama y Castro. Allí habrá más lucha política e ideológica, con posibles cimbronazos en la Celac. Esto aconseja que el ALBA tenga una cita previa, para actuar en el istmo como columna vertebral y cabeza pensante de la Patria Grande Latinoamericana.

Fuente original: http://www.laarena.com.ar/opinion-iii_cumbre_de_celac_en_costa_rica__con_avances_y_limites-131719-111.html