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Las derrotas electorales de los “gobiernos del cambio” en América Latina

La metamorfosis de los gobiernos «progresistas»

Fuentes: Rebelión

Hemos planteado que el llamado declive de los gobiernos progresistas y de «izquierda» en Sudamérica -entre ellos los últimos 3 gobiernos de Bogotá-, no sólo era previsto sino inevitable. La mayoría de analistas niegan el derrumbe. Desconocen las derrotas electorales sucedidas en serie en Bogotá, Argentina, Venezuela, y ahora, Bolivia. La causa principal de ese […]

Hemos planteado que el llamado declive de los gobiernos progresistas y de «izquierda» en Sudamérica -entre ellos los últimos 3 gobiernos de Bogotá-, no sólo era previsto sino inevitable. La mayoría de analistas niegan el derrumbe. Desconocen las derrotas electorales sucedidas en serie en Bogotá, Argentina, Venezuela, y ahora, Bolivia.

La causa principal de ese proceso de desgaste y debilitamiento político de los llamados «procesos de cambio» consiste en la inexistencia de una concepción y una práctica verdaderamente revolucionarias que, en medio de la gestión pública del Estado «heredado», consiga desarrollar y potenciar la capacidad organizativa y transformadora de la población en general.

Por el contrario, desde los gobiernos se coopta a las organizaciones y dirigentes, se debilitan los movimientos sociales y se cercena su autonomía. Además, los gobernantes pierden la capacidad crítica e intentan -infructuosamente- convertir el Estado heredado en la principal herramienta de transformación. Así, políticos revolucionarios se convierten en administradores conservadores.

En la base teórica de esa deficiencia está el desconocimiento del enorme poder de la burguesía financiera global. No somos conscientes de cómo funciona ese dominio. Creemos poder derrotar las políticas neoliberales sin enfrentar el capitalismo sistémico. No entendemos que nuestras sociedades y economías sufren -en forma absoluta- ese control global y que los aparatos «nacionales» de gobierno son parte de ese imperio. No importa quién y con qué ideas llegue a administrarlos, está maniatado por el libreto neoliberal.

Pero además, se confunde Poder con gobierno. Así muchos de los gobernantes afirmen que tienen esa claridad, se comportan como «salvadores supremos». Se cree -ilusamente- que el acceder a los gobiernos los convierte automáticamente en un «factor de poder y de cambio». En vez de plantearse un plan para enfrentar gradualmente las causas sistémicas de nuestra dependencia, se implementan políticas no sostenibles ilusionando al pueblo en forma demagógica.

Al sobredimensionar su poder, los «gobiernos del cambio» implementaron dos acciones que se complementan pero que no son perdurables. Por un lado, aprovecharon la coyuntura de los altos precios de las materias primas que se presentó en la primera década del siglo XXI para renegociar las condiciones contractuales y / o tributarias para el capital transnacional. Con los recursos así obtenidos, se intentó garantizar una cobertura universal en servicios públicos para la población mediante el uso de diversas formas de subsidios. Escasos recursos fueron usados para transformar el aparato productivo y construir una base financiera independiente o alterna.

Los «gobiernos del cambio» no previeron ni calcularon la respuesta política del gran capital, y menos, las reacciones económicas que vendrían cuando la bonanza de los precios de las materias primas se viniera abajo, como está sucediendo. En la práctica, el mismo tipo de ajuste que le aplicaron al gobierno de Siryza en Grecia, se ha empezado a implementar gradualmente desde las metrópolis capitalistas en contra de los «procesos de cambio» en América Latina.

Al colocar el énfasis en la gestión del Estado heredado, al debilitar o destruir -conscientemente o no- a los movimientos sociales, al desestimar el poder global del capital generando ilusiones vanas entre el pueblo, al utilizar los programas sociales en forma clientelar para sostenerse en la lucha electoral, al no calcular la verdadera correlación de fuerzas, los «gobiernos del cambio» de América Latina prepararon las condiciones para su auto-derrota.

Además, no se ha teorizado sobre la aparición de los nuevos sujetos sociales que han surgido en nuestras sociedades. El «nuevo proletariado» de la fase post-fordista (profesionales precariados, trabajadores tercerizados, desempleados e informales) y la burguesía emergente (mestiza, indígena y negra), surgida de economías agrarias y mineras, unas legales y otras ilegales (narcotráfico), ofrecen nuevos retos a las fuerzas del cambio que no han sido dilucidados.

Seguramente vendrán nuevas oleadas de luchas populares que enfrentarán a las fuerzas de la nueva derecha neoliberal que se vienen entronizando en los gobiernos de América Latina o desafiarán a aquellos gobiernos «progresistas» que se sostengan pero que se vean obligados a aplicar el recetario neoliberal, como ya viene sucediendo en varios países.

Tal situación nos obliga a replantearnos todo. «Empezar de nuevo pero no de cero» como dijo Jorge Giordani en Venezuela. Sin embargo, podemos plantearnos -desde ya-, unas metas que pueden constituirse en estrategias para enfrentar el reto de fusionar la lucha anti o post-neoliberal con las tareas anti o post-capitalistas. Sólo enumeraré algunas de esas labores teórico-prácticas:

– Revisar a fondo el fenómeno de la financiarización de la economía y desentrañar con precisión los mecanismos de control del capital global. Debemos ser absolutamente conscientes de que los esfuerzos nacionales y regionales tienen que enmarcarse en una estrategia mundial. Yanis Varoufakis con su «Minotauro global» ha hecho una extraordinaria contribución al tema.

– Estudiar el surgimiento de nuevas economías colaborativas en el seno del capitalismo como resultado del enorme desarrollo de las fuerzas productivas. Jeremy Rifkin con su libro «Sociedad de coste marginal cero» entrega muchas pistas para ser tenidas en cuenta por los movimientos revolucionarios.

– Analizar formas concretas de «democracia directa» que la humanidad ha construido a lo largo de diferentes épocas. El «pro-común colaborativo» y los «gobiernos de los bienes comunes» son un buen ejemplo. Esas experiencias pueden ser adecuadas e implementadas desde los movimientos y organizaciones sociales con el apoyo de los gobiernos. Elinor Ostrom hace unos muy interesantes aportes con sus investigaciones.

– Retomar el debate sobre la esencia y naturaleza del Poder y el Estado. Muchos estudiosos y dirigentes están trabajando el tema pero a veces sus aportes son desconocidos por los luchadores prácticos.

– Avanzar sobre la investigación sistemática de los nuevos sujetos sociales que han aparecido en el mundo como efecto de las transformaciones en la economía y en el aparato productivo global. Retomar el análisis de clase con nuevos enfoques sociales y culturales.

– Replantearnos el tema de la relación entre los partidos, los movimientos sociales y la acción política-administrativa dentro los Estados heredados a fin de evitar la burocratización de los procesos y la desnaturalización de las organizaciones políticas y sociales del pueblo.

– Volver sobre el debate del papel limitado de las revoluciones políticas frente a los cambios que se presentan en otras áreas del desarrollo de la sociedad humana como las relaciones sociales, la técnica, el trabajo, la cultura, etc.

Y claro, todo esto y mucho más tendremos que hacerlo en medio y al servicio de las luchas sociales y políticas que están en pleno desarrollo en el mundo, recuperando el espíritu crítico y el entusiasmo revolucionario que sólo se alimenta «desde abajo».

Blog del autor: http://aranandoelcieloyarandolatierra.blogspot.com.co/2016/02/la-metamorfosis-de-los-gobiernos.html#.Vs9mEPl97IU

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.