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La persistencia del cambio, entre los votos y los golpes

Fuentes: Rebelión / Claridad

No fueron pocos los analistas que advirtieron a comienzos del 2010 que Nuestra América se avecinaba a un periodo en que las derechas en nuestra región pudieran intentar revertir el proceso de cambios populares y democráticos que se han vivido en el nuevo siglo XXI en desafío a la tradicional hegemonía de Washington e, incluso, […]

No fueron pocos los analistas que advirtieron a comienzos del 2010 que Nuestra América se avecinaba a un periodo en que las derechas en nuestra región pudieran intentar revertir el proceso de cambios populares y democráticos que se han vivido en el nuevo siglo XXI en desafío a la tradicional hegemonía de Washington e, incluso, el poder irrestricto del capital. En particular se hacía alusión al triunfo, en febrero, de la derecha en Chile con el ascenso de Sebastián Piñera a la presidencia, y las expectativas de avances derechistas en los procesos electorales que se efectuarían más tarde en el año en Bolivia, Venezuela y Brasil. En el caso de Venezuela se montó toda una espectacular campaña mediática global que sugería la posibilidad de una derrota del chavismo. Incluso, en el caso de Brasil prácticamente se daba por hecho un triunfo de la derecha neoliberal luego de la imposibilidad constitucional de una tercera postulación a la presidencia del inmensamente popular Luiz Inácio Lula Da Silva.

Las renovadas expectativas de las fuerzas de derecha se montan sobre la continuidad de facto y de jure de las políticas imperiales bajo la presidencia de Barack Obama, como quedó claramente establecida por su incuestionable apuntalamiento del régimen golpista en Honduras y la expansión significativa de la presencia militar estadounidense en Colombia. A ello se añade los efectos negativos sobre la región de la crisis de la economía global desatada, precisamente desde Estados Unidos, a partir del 2008.

Sin embargo, a ello habría que añadir como factor potenciador las crecientes contradicciones producto de los resultados desiguales de los respectivos proyectos de cambio, los cuales en esencia han representado, con sus diferencias de matices, una continuidad esencial con el modelo neoliberal. «El que no cambia todo, no cambia nada», advirtió V. I. Lenin, el genial estratega revolucionario ruso tan venido a menos en estos tiempos de lo «políticamente razonable» y de un pregonado «socialismo del Siglo XXI» que sigue aún demasiado atado a las formas capitalistas de producción social y mando político. Allí el peligro siempre presente de la involución.

Y si bien en el balance, los gobiernos de izquierda han producido importantes avances, desde la profundización de la democracia hasta una mejoría en la distribución de la riqueza nacional, desde la recuperación de la soberanía efectiva sobre sus riquezas naturales hasta la promoción activa de la integración continental, aún persiste una preocupante incapacidad «desde arriba» para romper definitivamente con el modelo neoliberal de acumulación tan ajeno a sus objetivos programáticos de refundación ética de sus respectivas sociedades. A esto se une cierto inquietante desgaste de la participación real «desde abajo» en los procesos decisionales de las políticas gubernamentales y una sensación de cierto distanciamiento entre el Estado y los movimientos sociales.

Una ejemplo de lo anterior lo vimos en los resultados de las elecciones parlamentarias, regionales y municipales celebradas en Bolivia en abril de este año que, si bien ganadas en el balance por el gobernante Movimiento Al Socialismo (MAS), registraron una pérdida de votos en baluartes políticos suyos, como expresión de un rechazo al dirigismo burocrático por importantes sectores de sus bases electorales. El abigarramiento societal y el pluralismo político de la nueva democracia participativa y comunitaria parecía tener un sentido propio e inconmensurable, no sujeto a los tradicionales controles políticos centralistas.

La verdad de los votos en Venezuela

Más recientemente, el domingo pasado para ser más exactos, tuvimos en Venezuela otra expresión de lo anterior. Mientras voceros del gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) valoraba como «una victoria contundente» suya los resultados de los comicios legislativos, gubernatoriales y municipales celebrados ese día, la oposición cantaba igualmente haber vencido, si no en la cantidad de curules electos, al menos en cuanto al total del voto popular.

Lo que me trae a la mente aquello que también pronunció Lenin: «La verdad es siempre revolucionaria». Y concientes de lo elusivo que siempre resulta en estos tiempos eso de la verdad, tal vez convendría abordarla como lo que es: una construcción social compleja, dialógica y plural.

El PSUV se propuso como objetivo obtener una mayoría de dos terceras partes de los 165 diputados de la Asamblea Nacional para garantizar, según entendía el propio líder máximo y mandatario Hugo Chávez, el proceso de cambios sobre el que preside. Sin embargo, con los 98 escaños conquistados, contra los 65 de la oposición integrada en la Mesa de Unidad Democrática (MUD), 2 del Partido «Patria Para Todos» (PPT) -un antiguo aliado chavista que se negó a integrar el PSUV- y 3 escaños no alineados de los pueblos indígenas, si bien el partido gobernante obtuvo una mayoría simple -lo que no es poca cosa- se quedó corto de su meta de conquistar la mayoría absoluta.

El PSUV ganó en 56 de los 87 distritos electorales -64 por ciento- y en 18 de los 24 estados del país -el 75 por ciento-, incluyendo la recuperación del Distrito Capital. Ahora bien, en sólo 37 de los distritos electorales pudo el PSUV ganar por más del 5 por ciento del voto.

Obligado es reconocer, por otra parte, que con los resultados obtenidos la oposición tiene 20 escaños menos que los obtenidos en las elecciones parlamentarias del 2000. En las del 2005, cometió el error garrafal de no participar.

Asimismo, se destaca la heterogeneidad de las 65 bancadas opositoras, siendo la mayor parte de partidos y movimientos socialdemócratas y reformistas. Entre éstos, los dos más votados fueron Un Nuevo Tiempo (UNT), con 16 diputados, y Acción Democrática (AD), con 14. El socialcristiano COPEI es el tercer partido con 7, seguido de Proyecto Venezuela, el socialdemócrata y ex aliado del chavismo Podemos y Causa R, con 3 diputados cada uno. Finalmente, está Voluntad Popular, con dos diputados, y la Alianza Bravo Pueblo (ABP), con uno.

La pluralidad de la nueva representación parlamentaria no augura, por ende, una votación en bloque contra la totalidad de la agenda de cambios promovida por el gobierno bolivariano, aunque sí una mayor fiscalización, un mayor debate público acerca de las medidas y el reto, tanto para el PSUV como el MUD y el PPT, de facilitar unos procesos de diálogo y negociación para la aprobación de legislación orgánica.

En cuanto a las elecciones al Parlamento Latinoamericano, la alianza PSUV-PCV (Partido Comunista de Venezuela) obtuvo 5,268,939 (46.71 por ciento) contra 5,077,043 (45.01) para la diversidad de fuerzas contrarias. Ello resulta un incremento para el chavismo de casi 900,000 votos en comparación con el referendo del 2007 y poco menos de 500,000 para las huestes opositoras. No obstante, si se comparan los resultados con los obtenidos en las elecciones presidenciales del 2006, el chavismo parece todavía haber perdido aproximadamente un millón de votos. En esa ocasión Chávez obtuvo sobre 7 millones de sufragios.

Sin embargo, los chavistas desafectos no parecen haber migrado como tal hacia la derecha. Parecería reflejar, según los analistas, un desencanto en las filas bolivarianas con algunos de sus candidatos, así como la inefectividad de la burocracia gubernamental en atender algunos de los problemas más acuciantes del país como, por ejemplo, la corrupción y la inseguridad pública. El gobierno tiene en ese sentido el desafío de rectificar errores y deficiencias en su gestión. Sobre todo, no puede abandonar su objetivo de profundización de la democracia participativa por medio del apoderamiento de las comunas como instancias locales de gobernanza democrática y la institución del pueblo como legislador.

Sobre las críticas al chavismo señala el reconocido politólogo argentino Atilio Borón: «Hay que tener en cuenta que fueron varios los factores que incidieron negativamente sobre el gobierno en estas elecciones y que generaron el malhumor social en contra de no pocos candidatos oficialistas: la crisis energética, la inflación, el desabastecimiento, la inseguridad, la ineficiencia en el funcionamiento del aparato estatal, el influjo desmoralizante de la ostentosa ‘boliburguesía’ y sus corruptelas, fenómenos objetivos pero que fueron agigantados extraordinariamente por la oligarquía mediática venezolana e internacional en una extensa y costosísima campaña sin precedentes en la región».  

Y abunda Borón:» Esta descarada campaña mediática fue acompañada por un verdadero diluvio de más de 80 millones de dólares que tan sólo en este año fueron canalizados -a través de ‘inocentes e independientes’ ONGs europeas y estadounidenses, pérfidos instrumentos del intervencionismo norteamericano- hacia el conglomerado de fuerzas políticas opositoras». Los más favorecidos con la ayuda estadounidense fueron Primero Justicia, UNT, AD y COPEI.

Brasil, entre la ex guerrillera y la ecologista

Con la mayoría de votos recibidos este domingo 3 de octubre por Dilma Rousseff, la candidata presidencial del oficialista Partido de los Trabajadores (PT) y los pronósticos de una arrolladora victoria en la segunda vuelta del 31 de octubre próximo, los analistas coinciden en que Lula, quien la apadrinó activamente, se apunta su tercera victoria al hilo. Rousseff alcanzó un 46.68 por ciento del voto, a poco del mínimo necesario del 50 por ciento más uno requerido para triunfar en la primera vuelta. Las proyecciones indican, además, que los escaños obtenidos, junto a sus aliados, principalmente del Partido del Movimiento Democrático Brasileño, le dará una cómoda mayoría en ambas cámaras del Congreso nacional a un eventual gobierno del PT. También, se obtuvo una mayoría de las gobernaciones.

El segundo lugar fue para José Serra, candidato por el partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), quien obtuvo un 32.7 de la votación.

Sin embargo, la mayor sorpresa fue el desempeño de la candidata por el Partido Verde, Marina Silva, otrora Ministra del Medioambiente en el gobierno de Lula, quien con su casi 20 por ciento del voto (19.67) fue tal vez la mayor responsable en forzar una segunda vuelta. Desencantada con las políticas económicas de Lula, particularmente en relación al desarrollo de la Amazonia, la ecologista parece haber cosechado el voto crítico no sólo de los ecologistas y los promotores de un nuevo modelo de desarrollo económico autosustentable, sino que también de los movimientos sociales que están desencantados con la continuidad esencial del modelo neoliberal bajo el gobierno de Lula.

De decidir el Partido Verde movilizar su voto hacia la candidatura de Rousseff, ésta deberá imponerse arrolladoramente en la segunda vuelta. Se puede esperar, sin embargo, que para ello se produzca algún tipo de negociación entre Rousseff y Silva en relación a las políticas económicas y medioambientales del futuro gobierno. Ello se enfrenta, según se informa, a la aparente preferencia que tiene la dirección del Partido Verde de llegar a algún acuerdo con Serra. Una tercera opción que se baraja es que Marina Silva opte por dejar libre a sus votantes para que decidan por sí mismos a quién apoyar en la segunda vuelta. De esa manera, se alega, no se casa ni con el PT o con el PSDB, lo que le podría convenir en la eventualidad de una nueva postulación presidencial suya en el futuro.

Lo cierto es que el ascenso de ambas ha sido asombroso. En el caso de Marina Silva, analfabeta hasta los 15 años. En 1981 ingresó a la Universidad Federal de Acre, donde poco a poco va conociendo el marxismo. En 1985 se une al Partido Revolucionario Comunista. Luego, como activista ambientalista, fue compañera de lucha de Chico Mendes. En 1985 ingresa al PT y el 1990 es elegida diputada. Entre el 2003 y el 2008 se desempeña como Ministra del Medioambiente bajo el gobierno de Lula. En agosto de 2009, abandona el PT para ingresar al Partido Verde. La dirigente ecologista es la primera candidata mujer de minoría étnica zambo y de religión pentecostal que se postula a la presidencia del país.

En el caso de la Rousseff, admite que desde joven siempre estuvo comprometida con cambiar el mundo. Es una ex guerrillera con el grupo comunista armado VAR-Palmares que luchaba contra la dictadura militar entre las décadas de los sesentas y los setentas. Cayó presa y fue torturada por la dictadura. Estuvo tres años detenida como prisionera política y luego de su liberación, estudió y se graduó como economista. En el 2001 ingresó como militante al PT. En 2003 fue designada por Lula Ministra de Energía y en 2005 fue seleccionada para jefe de su gabinete. Hace poco más de un año, contaba con apenas un 16 por ciento del favor del pueblo, según las encuestas. Este impresionante ascenso se le atribuye, en gran medida, a la inmensa popularidad de Lula, quien se retira con sobre un 80 por ciento de aprobación, según los estudios de opinión.

Bajo Lula, Brasil despegó como potencia regional y mundial reconocida. El país tuvo un crecimiento de sobre 37 por ciento, elevó el poder adquisitivo de la mayoría y alcanzó mejorar la distribución de riqueza, facilitando que aproximadamente 30 millones de brasileños saliesen de la pobreza. Al respecto, expresó el presidente brasileño en una entrevista publicada el mismo 3 de octubre en el periódico argentino Página 12: » El pueblo brasileño hoy vive más feliz, mejor, pero todavía hay mucho que hacer. Espero que en los próximos tiempos la compañera Dilma pueda concluir el trabajo que comenzamos. Ya probamos que era posible. Lo hicimos con mucha fuerza y, diría, mucha eficacia. No quiero ser presuntuoso, pero lo que hicimos en política social es una revolución en Brasil. Una revolución que aún debe ser completada. No se puede desmontar el aparato de exclusión de 500 años en 8 años».

En otra entrevista publicada ese mismo día en el diario mexicano La Jornada, el mandatario-obrero brasileño dio su apreciación de la coyuntura histórica que se vive en la América nuestra: «Cada país tiene sus particularidades. Los Kirchner, tanto Néstor como Cristina, tienen su estilo de gobernar. El dato concreto es que Argentina está mejorando, ese es un dato concreto y objetivo. Nuestro querido Pepe Mujica tiene su modelo de gobierno; el hecho concreto es que Uruguay está mejorando. Yo tengo mi estilo, el hecho concreto es que Brasil está mejorando. Evo tiene su estilo; el hecho concreto es que Bolivia está mejorando, y esto vale para todo el mundo. Eso es lo que me interesa. Esa cosa de la prensa de decir: ‘Lula es el buenito y Chávez el malo’. Chávez tiene que ser bueno para el pueblo de Venezuela, y yo tengo que ser bueno para el pueblo de Brasil, y la verdad es que Venezuela mejoró con Chávez, esa es la verdad. ¿En cuántas elecciones participó Chávez en estos tiempos, eh? Y las ganó todas, acaba de ganar una más.»

El acecho a la revolución ciudadana ecuatoriana

Sin embargo, el imperio y sus adlátares criollos no se resignan. El pasado jueves, un contingente policial se sublevó en Quito, aunque también en Guayaquil y Cuenca. Lo que inicialmente se pretendió presentar como una mera protesta gremial a favor de beneficios corporativos, pronto evidenció claros ribetes golpistas cuando, al son de gritos a favor del otrora depuesto presidente neoliberal Lucio Gutiérrez y su opositor Partido Sociedad Patriótica, agredieron al presidente Rafael Correa y lo mantuvieron secuestrado durante horas en el Hospital de la Policía Nacional. Además, tomaron el Parlamento, civiles irrumpieron a la fuerza en el canal público de televisión y soldados de la fuerza aérea ocuparon el Aeropuerto Internacional de la capital. Mientras ello ocurría, Gutiérrez convocó a la disolución de la Asamblea Nacional y a efectuar, de inmediato, nuevas elecciones presidenciales, dando por hecho la caída del gobierno de Correa.

Correa se vio forzado a decretar el estado de emergencia y una unidad especial de las fuerzas armadas finalmente liberó al mandatario de su detención. A la salida del Hospital, francotiradores dispararon contra el vehículo que llevaba al Presidente.

Igual a lo hecho hace dos años a raíz de una amenaza de golpe de Estado contra el presidente boliviano Evo Morales, la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) respondió rápida y eficazmente ante la crisis. Se convocó de inmediato para Buenos Aires una cumbre de presidentes de países miembros para la misma noche del jueves 30. Cerraron filas detrás de Correa desde los mandatarios de Cuba, Venezuela y Bolivia, hasta los de Colombia, Perú y Chile, demostrando con ello el sólido consenso regional contra el golpismo y el firme compromiso con la democracia.

Sorprendió, sin embargo, la tardía y evasiva respuesta de Washington, la cual se negó a calificar la asonada de intentona golpista. Ello tiende a ser consecuente con su actuación en el caso de Honduras, a partir del cual estableció un nefasto precedente que sólo sirve para abrir la puerta a otras acciones desestabilizadoras y golpistas en la región. Incluso, el propio Correa había advertido sobre ello en agosto de 2009 al líder cubano Fidel Castro que «soy el próximo; tenemos informes de inteligencia que dicen que después de Zelaya sigo yo».

Como señala Mark Weisbrot, co-director del Centro para Investigaciones Económicas y Políticas (CEPR), en un artículo publicado en The Guardian: «Como temían los mandatarios sudamericanos, el apoyo de Washington al gobierno golpista en Honduras a lo largo del último año ha alentado e incrementado la probabilidad de golpes derechistas contra administraciones democráticas de izquierda en la región. Este intento en Ecuador ha fracasado, pero probablemente habrá más amenazas en los meses y años que vienen».

Según Rafael Quintero, dirigente del Partido Socialista-Frente Amplio, la insubordinación policial «no es un movimiento casual ni espontáneo de la Policía Nacional, es el resultado de toda una planificando por parte de la derecha oligárquica que viene planificando y conspirando desde el año 2007 para derrocar a este Gobierno que les ha quitado las prebendas, latrocinios y negociados que estaban acostumbrados en la época de la partidocracia en contra de los intereses del pueblo ecuatoriano».

Luego de aplastada la asonada golpista, Correa le dirigió las siguientes palabras en una entrevista radial a su pueblo: «Yo no voy dar marcha atrás, si quieren vengan a buscarme acá, denme un tiro y que siga adelante la República, me matarán a mí, como decía Neruda, podrán cortar las flores pero no impedir la llegada de la primavera».

El autor es Catedrático de Filosofía y Teoría del Derecho y del Estado en la Facultad de Derecho Eugenio María de Hostos, en Mayagüez, Puerto Rico. Es, además, miembro de la Junta de Directores y colaborador permanente del semanario puertorriqueño «Claridad».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.