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Perú

Las razones de la caída de Vizcarra

Fuentes: Rebelión

Una de las publicaciones menos difundidas pero más activa -el diario «La Razón»– celebra jubilosa una noticia que complace a la Mafia: la caída del Presidente Martín Vizcarra en el estimado ciudadano, y que se sitúa en 16 puntos. En los primeros días de Marzo, en efecto, las encuestadoras coincidían en otorgarle al Mandatario peruano […]

Una de las publicaciones menos difundidas pero más activa -el diario «La Razón»– celebra jubilosa una noticia que complace a la Mafia: la caída del Presidente Martín Vizcarra en el estimado ciudadano, y que se sitúa en 16 puntos. En los primeros días de Marzo, en efecto, las encuestadoras coincidían en otorgarle al Mandatario peruano un 55% de apoyo. Hoy, le reconocen 39 puntos; lo que, por cierto, les alegra infinitamente. En la circunstancia, corresponde desentrañar lo ocurrido para saber por qué el Jefe del Estado perdió tan rápidamente la estima de muchos. y se situó en un pantano peligroso.

Martin Vizcarra no podría ser considerado un político brillante en el escenario internacional. Ni podría haber alcanzado la importancia de un George Lloyd, el Primer Ministro Británico de 1916 y el Tratado de Versailles; ni el brillo de Maxim Litvinov, el Canciller soviético de los años 30 del siglo pasado. Pero en el escenario continental y en nuestro tiempo, alejado tanto de la academia como de la política seria, y con tantos presidentes mediocres o fantoches que sólo han aprendido a ponerse de rodillas -como Jair Bolsonaro, Mauricio Macri o Sebastian Piñera– Vizcarra podría haber lucido por contraste, y logrado un cierto estimado a fuerza de una imagen de sencillez y de modestia, que dice mucho de su origen provinciano y sus vínculos con los movimientos contestatarios del sur.

Quizá, por su incoherencia y su propensión a los negocios, se le podría considerar una suerte de Pavel Axelrod, ese antiguo revolucionario ruso nacido Ginebra, que buscó en un tiempo a los bolcheviques para alejarse de ellos después, a fin de dedicarse a negocios rentables en los años duros en los que, la I Guerra Mundial, gestaba ingentes ingresos a los vendedores de armas. La historia recuerda que, después de febrero del 17, nuevamente en Moscú. Axelrod quiso vincularse otra vez a los Bolcheviques, pero recibió, de parte de Lenin, una frase categórica: «no se puede hacer la Revolución, con las manos sucias».

  Y esto viene al caso porque, en efecto, si después de su actual gestión, Vizcarra pretendiera volver a sus orígenes en cierto modo rebeldes, podría recibir una respuesta tan clara como ésa, de alguien con autoridad moral para decírsela; porque no se puede brillar con una luz para mostrar oscuros negocios en Chincheros y ayudar a PPK en el tema de las Bambas

Dicho esto habría que señalar las razones de este fenómeno, que asoma como nuevo en el escenario peruano, pero que tiene antecedentes. Podríamos aludir a la ineficacia de su gestión, pero también a la insensibilidad de los funcionarios que la representan en todos los niveles. A nadie pareciera importarle lo que ocurre en el país. Cada quien vive lo suyo y nadie se muestra como integrante de un equipo que tiene responsabilidades y deberes que cumplir. Eludir tareas y justificar errores pareciera ser una sola conducta de un gobierno que dejó pasar casi 60 días antes de darse cuenta que había un conflicto planteado en Las Bambas. Pero eso, fue ayer. Mañana será Tía Marìa en el Valle de Tambo, donde tampoco se ha resuelto nada, y se ha dejado a las fuerzas en pugna, en el vértice de una aguda confrontación social.

El segundo rasgo de la gestión oficial, es la errática tendencia a la conciliación. Vizcarra está convencido que «puede dialogar» con una Mafia que cada vez que le han extendido la mano, ha mordido un dedo hasta dejar la herida sangrante. El Presidente no entiende que el sueño de Keiko y de los suyos, es debilitarlo al máximo, para finalmente, ahogarlo con un escupitajo. No se necesita ser pre juicioso, para intuir los anhelos del enemigo que el país tiene al frente. Incluso, recientemente, un Primado de la Iglesia pudo percibir las cosas con más claridad que el Jefe del Estado y dijo sin tapujos que ellos «jamás habían querido el bien del país».

En la línea de errores de gestión se puede situar el apego enfermizo que el mandatario siente por el Fondo Monetario, el BID y el sistema financiero mundial, que lleva de la mano al «modelo» Neo liberal. No entiende que las políticas que ellos alientan, son incompatibles con la estabilidad económica y social del Perú, con la tranquilidad ciudadana, con la herencia comunitaria de nuestros antepasados, con el sentido cooperativo de la solidaridad de nuestro pueblo. No se puede pregonar progreso y atar al Perú al carro de la dependencia. Eso, que podría entender cualquier escolar, pareciera estar lejos del cacumen dialéctico de nuestros gobernantes.

Un cuarto error tiene que ver con la actitud del Presidente ante los Trabajadores. No los quiere, ni los respeta. No toma en cuenta sus opiniones, y actúa ante ellos como si los considerara ajenos a nuestra realidad. Eso explica el Decreto 345 que elimina diversas conquistas laborales. Haría bien en rectificar esa línea de acción, reunirse con los sindicatos, debatir los problemas con la primera y más importante fuerzas productiva del país, que son los trabajadores. Sin ellos, nunca será posible construir Patria. Los empresarios, son otra cosa. Ellos buscan dinero y se rigen por la ley de la «máxima ganancia», ¿Y los consorcios extranjeros?. Son simples aves de rapiña que pululan encima, para devorar lo que encuentren.

Y un quinto rasgo que desdibuja severamente la imagen del gobierno, es la política internacional que alienta y practica. No se necesita ser «chavista» ni bolivariano para darse cuenta que el Perú es un país independiente y soberano. Que no puede hacer simplemente lo que manda el Departamento de Estado; que no puede reconocer a un «gobierno» porque así lo dispone la Casa Blanca; que no puede dar categoría de «embajador» a un ciudadano porque así lo ordena el señor Trump. El Perú no es un estropajo con el que se limpian las botas los soldados yanquis cuando quieren ir a la guerra, ni es tampoco un Casino de Las Vegas donde impera el Dólar. Por lo demás, la ola de venezolanos que vino aquí, abruma nuestro escenario, y se agrava con las acciones delictivas de muchos de ellos, que atizan la violencia para alarma de todos.

Bien lo dijo recientemente la diplomacia rusa: América Latina no es una provincia de los Estados Unidos. ¿Podría entender eso Martín Vizcarra? 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.