El próximo lunes 10 de enero se vencerá el plazo para la inscripción de fórmulas presidenciales, con miras a los comicios de abril. Aunque casi en todos los casos, se conoce ya la integración de las mismas, aún resulta posible esperar algunas sorpresas. Las mayores, sin embargo no se refieren a la composición de ellas, […]
El próximo lunes 10 de enero se vencerá el plazo para la inscripción de fórmulas presidenciales, con miras a los comicios de abril. Aunque casi en todos los casos, se conoce ya la integración de las mismas, aún resulta posible esperar algunas sorpresas. Las mayores, sin embargo no se refieren a la composición de ellas, sino a la afirmación de las tendencias electorales, que ya se van proyectando en el escenario y que muestran un alineamiento ciertamente interesante. Veamos.
La dispersión en la derecha
Desde un inicio fue posible advertir un fraccionamiento definido entre los distintos segmentos de la derecha política. Por caudillismo personal, afanes partidistas, intereses mezquinos o afanes protagónicos, y aún por rencillas de segundo orden; fueron surgiendo distintas representaciones del pensamiento conservador y de los intereses de la clase dominante, que no marcharon hacia un consenso, sino a una mayor fragmentación.
Hoy, se perfilan hasta seis fórmulas que buscan representar esa opción en las elecciones de abril, y aunque ninguna de ellas tiene capacidad de aglutinación suficiente, todas aspiran a alcanzar más votos que la otra y pasar así a una segunda ronda, en la primera semana de junio.
La evolución de los acontecimientos hace peligrar las posiciones hegemónicas de la reacción y abre perspectivas de cambio que vale la pena considerar. Un escenario sin favoritos, siempre arroja sorpresas.
A tenor de las encuestas, siempre controvertidas y controversiales, Alejandro Toledo aparece como el candidato de mayor proyección, pero su «techo electoral» aún se sitúa por debajo del 27%. Esto permite suponer que pueda asegurar su paso a una segunda ronda, pero no le augura una victoria consistente. Su frivolidad y su imagen de alfombra del Imperio, lo perjudica.
Una segunda opción, en este campo electoral, lo conserva aún Castañeda Lossio, el ex alcalde de Lima. Pero su perfil ha quedado considerablemente dañado por el escándalo de Comunicore -una empresa «bamba» que se beneficio con 35 millones de soles gracias a un convenio trampa firmado por el municipio de Lima-. Contra Castañeda, por ése y otros negociados, accionarán pronto diversos mecanismos de control, que ahora tendrán más «carne» cuando la evidencia de audios confirma que vendió el cargo de vice presidenta en su fórmula a la señora Rosa Núñez de Acuña, esposa de César Acuña, alcalde de Trujillo, integrante -en condición de líder- de otra coalición reaccionaria.
Pedro Pablo Kuczynski, quien renunciara en su momento a la ciudadanía peruana para asumir la de los Estados Unidos, asoma liderando un entendimiento variopinto que incluye a personalidades contradictorias como Yehude Simon y Máximo San Román, un panadero cusqueño. Este -quechua hablante- presume que le quitará piso a Ollanta Humala en el sur porque podrá conectarse con el electorado de esa región en su idioma nativo. No toma en cuenta, sin embargo, que él mismo ha perdido varias elecciones precisamente en el sur peruano, que no le ha mostrado mayor apoyo. PPK, no obstante, está convencido que su «sancochado» -plato de comida con múltiples ingredientes- ha de interesar crecientemente al electorado ante el cual registra hoy una aceptación baja: las encuestas no le atribuyen más del 7%.
Keiko Fujimori registra un leve descenso en su aceptación. No sólo que ha tenido algunas dificultades para mantener cohesionado su universo electoral, sino que también registrado limitaciones notables en el marco político por su inexperiencia y su incapacidad para alternativas solventes. Su «discurso» no resulta sino la repetición de un estribillo vinculado a la libertad de su padre -Alberto Fujimori- el reo en cárcel más importante del país, condenado por crímenes y robos. Aunque mantiene una fracción «dura» del electorado, se calcula que hoy este se sitúa en un 20% y que difícilmente crecerá.
La que si constituye un fracaso significativo es la candidata del partido del gobierno, Mercedes Araoz. Pese a su juventud y acicalada presencia, no convence al electorado y no encuentra un canal de trasmisión que la comunique acertadamente con la opinión pública. Tampoco puede controlar la lucha interna desatada al interior del APRA, donde distintas facciones se disputan a dentelladas las escasas plazas electorales que esta fuerza podría retener. Las encuestadoras no le auguran un ascenso superior al 5%, lo que lastima severamente su imagen. El hecho, podría conducirla incluso a la declinación de su candidatura, lo que asestaría un golpe demoledor al Partido del Presidente García que, una vez más, se muestra incapaz de «trasladar» su porcentaje de aceptación electoral a su candidata preferida.
Rafael Belaúnde Audry es el sexto en disputa. No tiene Partido. Ni candidatos atractivos. Ni programa. Pero sí un discurso agresivo y radical que descalifica a todos y que busca presentarlo a él como la única alternativa seria para la «salvación» del modelo y del país. Ante la confusión, este nuevo caudillo podría ciertamente erosionar el campo reaccionario y debilitar la imagen de unos u otros.
El campo popular
Aunque originalmente no parecía, objetivamente las cosas marchan mejor ahora en el campo popular.
Ollanta Humala ha registrado diversos aciertos que lo apuntalan como un cuadro de peso en la coyuntura: un Programa unitario, un Plan de Gobierno consistente, una fórmula presidencial bien construida -la primera oficialmente inscrita- un equipo técnico solvente mostrado ante la opinión pública y un cuadro de jóvenes que promueven su candidatura; han contribuido a afirmar al Comandante como la alternativa popular con mayor opción. Aunque las encuestas formales aún lo ubican debajo del 15%, ellas registran una mejora en su estima pública y probabilidad solvente de que pase a una segunda vuelta en la que sus posibilidades de llevarse una victoria, lucen aún inciertas.
Manuel Rodríguez Cuadros, el candidato «alternativo» de la Izquierda tiene hoy ínfimas posibilidades. En su caso podría repetirse lo que hace algunos años -el 2001, ocurriera con otra figura importante del país, el Dr, Jorge Santistevan de Noriega, quien de reconocido imagen como Defensor del Pueblo, buscara proyectarse con mucho augurio como candidato presidencial. Allí se confirmó que ni la imagen brillante ni las calidades inobjetables de un ciudadano, son definitivas. Las condiciones del escenario políticas, determinan la suerte de las candidaturas. Rodríguez Cuadros -lo dijimos antes- habría sido un excelente candidato de un movimiento popular unido, pero es una mala imagen como líder de facción. Su candidatura no sólo está signada por la derrota, sino que esta se producirá – injustamente- en los peores términos. Los que en verdad lo aprecian, harían bien en recomendarle su retiro de la contienda.
Por acción, o por omisión, otras figuras que buscaron ser candidatos y que lograron una cierta aceptación popular, como el sacerdote Marco Arana o el líder amazónico Alberto Pizango, debieron deponer sus aspiraciones y declinar cualquier nominación. Lo mismo ocurrió .en otro contexto, con el MNI, el único movimiento de Izquierda que se dio el trabajo de inscribirse para participar en los comicios, y que quedó fuera. Quienes podrían haber votado por ellos, seguramente sufragarán por Humala sin mucha resistencia.
José Antonio Ñique de la Puente busca expresar un sentimiento radical desde las canteras de la izquierda. Hizo valer su condición de dos veces Decano de la Facultad de Derecho de San Marcos y dos veces, también, Decano del Colegio de Abogados de Lima, para empinar su candidatura. Pero ella -ya lanzada- no encontró mayor respaldo. Incluso miembros de su propia Directiva, hoy lo recusan porque su propuesta contribuye a la dispersión y no a la unidad. Argumento serio, por cierto.
Finalmente, Ricardo Noriega Salaverry, en representación de «Despertar Nacional», buscará inscribirse, pero tampoco tendrá suerte. Formalmente es el candidato de «Patria Libre», un movimiento que recoge -en el plano electoral- banderas de lucha que levantara en su momento en el plano armado el MRTA. Por ahora, sólo DINCOTE -la División Policial de Lucha contra el Terrorismo- lo ha tomado en serio. La opinión ciudadana simplemente desconoce su existencia.
Así, en su escenario complejo, el votante peruano busca orientarse para no caer, otra vez, en el mismo círculo vicioso del siniestro pasado.
Gustavo Espinoza M. Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera.
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