En 2014 se decide el rumbo de varios países latinoamericanos; Brasil, Bolivia, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Panamá y Uruguay elegirán a sus gobernantes. Esta coincidencia regional, los múltiples actos electorales en los que participé y las interrupciones sufridas por los períodos dictatoriales incentivan esta reflexión. Si existe algo peor que la mala gestión de […]
En 2014 se decide el rumbo de varios países latinoamericanos; Brasil, Bolivia, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Panamá y Uruguay elegirán a sus gobernantes.
Esta coincidencia regional, los múltiples actos electorales en los que participé y las interrupciones sufridas por los períodos dictatoriales incentivan esta reflexión.
Si existe algo peor que la mala gestión de un gobierno elegido democráticamente, es una dictadura donde los derechos de la mayoría de los ciudadanos quedan suspendidos.
Nuestros países deben valorar mucho la autogestión que solamente queda asegurada con elecciones libres y democráticas.
Lamentablemente en muchos países se acostumbró a sus ciudadanos a aceptar la triste alternativa donde los ejércitos, en su mayoría afines a intereses foráneos perjudican a las clases sociales más vulnerables, la economía y a la sociedad en su conjunto. Al momento de sufragar, los ciudadanos, independiente de su condición social, económica y política deberán meditar mucho acerca de los candidatos a considerar.
Si algún político ofrece una «ventaja individual» como, un cargo público, bien o servicio de cualquier tipo, dinero o lo que sea a cambio de nuestro voto no deberemos aceptar. No podemos hipotecar nuestro futuro, el de nuestros hijos y nietos y el de los demás ciudadanos por una «dádiva» que ya nos alerta sobre la baja moral del ofertante.
Si vamos a elegir un candidato que no sea por tradición, porque en la familia siempre se votó ese partido o esa tendencia política, el mundo vive un cambio permanente, lo que hace décadas era bueno puede que hoy sea obsoleto; deberemos estudiar los antecedentes de los postulantes, analizar el programa de gobierno que prometen, así como también debemos observar la calidad e idoneidad de quien se postula a presidente tanto como la de quienes lo acompañan.
Desconfiemos de aquellos postulantes a cargos de gobierno que se preocupan más en efectuar deméritos sobre sus contendientes antes que promocionar sus programas y estrategias de gobierno; criticar es fácil, construir es lo difícil.
Debemos estar alertas con los medios de difusión masiva, las grandes corporaciones de la información mayormente monopólicas manipulan las noticias, las deforman, ocultan, exageran y hasta mienten con tal de lograr sus propósitos.
Los sitios de internet están plagados de perfiles falsos que buscan el mismo fin que los medios de difusión masiva, generar desilusión sobre buenas gestiones de gobierno y candidatos progresistas, sembrar confusión y desilusión para beneficiar a potencias extranjeras, multinacionales inescrupulosas y poderosos grupos económicos del país.
La democracia hay que valorarla cuando se tiene y cuidarla para que no se pierda. Es un trabajo arduo y permanente; aquellas personas que argumentan que no les interesa la política, que no se informan debidamente, que no piensan antes de otorgar su voto, o que se dejan estafar canjeando su voto por un «beneficio personal», no podrán quejarse luego cuando la gestión de gobierno les resulte adversa.
El futuro de estos países estará en nuestras manos, lo que decida cada ciudadano al momento de emitir su voto tendrá en este 2014 una importancia significativa; mientras en el mundo occidental los ricos incrementan sus fortunas, los pobres e indigentes se multiplican y la clase media se desmorona, en nuestra querida América Latina los gobiernos progresistas están mejorando como nunca la condición social y económica de las clases más sumergidas, reactivando los mercados y beneficiando a todas las clases sociales. La indigencia y la pobreza disminuyen drásticamente, la clase media mejora sus condiciones y se beneficia sin que para ello los ricos vean disminuidas sus fortunas; es la era del «ganar, ganar» donde todas las clases sociales sin exclusiones se benefician de gestiones inteligentes, donde la justicia social es la meta en una revolución pacífica que beneficia a todos para garantizar su extensión en el tiempo.
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