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Aquel sueño colectivo de una Argentina que procura la integración social en el marco de un mayor desarrollo y justicia social está cada día más lejos.
Está claro que el conflicto armado, entre oriente y occidente en territorios euro-asiáticos, obliga a pensar sobre el destino de la humanidad. Pero nuestra dirigencia también dio muestras de sus limitaciones y egoísmos para comprender los actuales riesgos.
Están transcurriendo unos días donde los argentinos sentimos que, para bien y para mal, estamos rozando cuestiones de fondo sobre nuestra inserción mundial y con el tema a droga llegamos a un núcleo de nuestro deterioro económico-social y moral.
Finalmente llegó el acuerdo del gobierno argentino con el Fondo Monetario Internacional (FMI). La fecha la pusieron los vencimientos del viernes pasado y de la semana entrante, que se decidió cumplir y seguir pagando.
Analizar el tema de la deuda externa, el más urticante hoy en Argentina, incluye el volumen de la misma y cómo se llegó; su legalidad y legitimidad; su juego en la geopolítica mundial; las comisiones en disputa y qué pasa cuando los poderosos verifican que hay medios más eficaces para asegurarse más poder y mayores ganancias, porque prestar dinero no es su único negocio.
El año 2021 fue bravo para la Argentina y, tal como pinta, este 2022 no le va a ir a la zaga. Las cuestiones centrales que tienen que ver con la complejidad del año que acaba de terminar las podemos sintetizar en algunos temas claves.
Argentina, con más del 90% de su población residiendo en zonas urbanizadas, es un símbolo de las características actuales de nuestra sociedad, en la cual la violencia urbana ocupa un lugar importante. En los tiempos que corren, esa violencia está en el centro de los contenidos de la mayor parte de los sistemas comunicacionales.
Argentina atraviesa por uno de los momentos más críticos de su historia. No se refiere a riesgos nucleares o climáticos, tampoco a los de una guerra convencional.
La Argentina celebró unas elecciones parlamentarias en las que formalmente había poco en disputa pero simbólicamente era mucho lo que se jugaba.
Hace un siglo, al calor de la riqueza que generaba su puerto y por donde salía la riqueza agraria de la Argentina, se desarrollaron en la ciudad de Rosario, sobre el río Paraná y a escasos 310 kilómetros al norte de Buenos Aires, algunas mafias armadas que le dieron a la ciudad el nombre de la “Chicago argentina”, por un fenómeno semejante que se estaba produciendo en aquella ciudad de EEUU.