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En estos días reflexioné sobre las recientes elecciones en Alemania y en Argentina [1].
En estos días se procesaron encuentros internacionales relevantes para el debate contemporáneo. Uno remite a la Asamblea General de Naciones Unidas, la ONU; y otra a la reunión de la CELAC, Comunidad de Estados Latinoamericanos y caribeños.
El pasado 12 de septiembre se realizaron las elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias, PASO, “legislativas”, correspondientes al medio tiempo del turno de gobierno (2019-2023). Se validaba o no la gestión gubernamental, de ahí muchas especulaciones previas sobre el rumbo futuro, ganadores y perdedores, en el oficialismo y en la oposición.
El día de la industria favorece la divulgación de argumentos interesados del poder económico y político y mucho menos de propuestas alternativas sobre la organización del orden de la producción, una categoría más allá de la industria propiamente dicha y que involucra al agro, la minería e incluso los servicios y la circulación en general.
Argentina recibió esta semana los Derechos Especiales de Giro (DEG) por el equivalente de 4.355 millones de dólares, los que probablemente se utilicen para cancelar vencimientos de deuda del 2021, especialmente con el FMI por 3.800 millones de dólares.
En estos días, la Argentina acreditará en las Reservas Internacionales los DEG emitidos por el FMI, equivalentes a unos 4.355 millones de dólares. La decisión del Fondo remite a una emisión global de 650.000 millones de dólares, con destino en favorecer soluciones ante la emergencia de la pandemia.
El terremoto en Haití, producido muy cercano en el tiempo al asesinato del presidente ilegitimo del país, y el fin de la ocupación militar estadounidense en Afganistán expresan los límites de las “soluciones” del orden global capitalista para los pueblos empobrecidos.
El tema de los planes sociales reapareció en el debate político de estos días, como agenda de la oposición sistémica hacia el oficialismo y dentro de este también.