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El primer aviso de la tragedia fueron los cadáveres abandonados en las calles de Guayaquil, en Ecuador, desde fines de marzo. Luego vendrían las tumbas colectivas en la brasileña Manaus y contenedores refrigerados para conservar los muertos en varias ciudades, y ahora volvieron los muertos en las calles, esta vez en Bolivia.
Lo primero es salvar vidas, exigió la pandemia covid-19, en un esfuerzo con que se evitó, además, que las pérdidas económicas fuesen aún más demoledoras si no se hubieran impuesto duros aislamientos. Pero esa prioridad puede invertirse tras la crisis y desecharse lecciones que abrirían caminos para modelar mejores ciudades.
La pandemia de la covid-19 dictará el destino del presidente brasileño Jair Bolsonaro, amenazado por intentos de inhabilitación, pero sostenido por militares, que ocupan cerca de 3000 puestos en el gobierno y la jefatura de nueve ministerios.


