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En la apertura de las sesiones parlamentarias chinas de este año, al presentar el informe sobre la labor del gobierno ante la Asamblea Popular Nacional, el primer ministro Li Keqiang fue muy comedido en las alusiones a Taiwán, sin apartarse un ápice de los tópicos ni dando pábulo a quienes vaticinaban un endurecimiento: de una parte, más políticas beneficiosas para los taiwaneses; de otra, más vigilancia frente al secesionismo.
El volumen comercial entre China y los 17 PECO (Países de Europa Central y Oriental) alcanzó en 2020 el valor de 103.450 millones de dólares, superando por primera vez los 100.000 millones, con un crecimiento interanual del 8,4 por ciento. Un mecanismo de cooperación se formalizó en 2012 y desde entonces el comercio bilateral no ha dejado de crecer a un promedio del 8 por ciento anual.

Es una tradición política en China que su singular parlamentarismo se vista de gala en el mes de marzo de cada año.

Puede que tengamos que habituarnos a este acrónimo, que alude al Diálogo Cuadrilateral de Seguridad impulsado por EEUU junto con India, Japón y Australia. O puede que no. Washington suscribe la esperanza de que esta alianza “basada en valores” pueda hacer de China un “actor responsable” en el orden regional e internacional. En realidad, el hilo vertebrador que sirve de hipotética argamasa es que ninguno de estos países quiere ser “dominado” por China.
China recibe estos días el año del Buey y, como siempre, son muchas las expectativas que despierta. Sin duda, será este un ejercicio marcado por las celebraciones del centenario del PCCh. Esto implica que la estabilidad será un asunto más prioritario de lo habitual.

¿Qué hará Joe Biden con China? Se diría que es la incógnita más inquietante en la política mundial. Está descartado que imite el modus operandi de Donald Trump. También el retorno a una especie de tercer mandato de la era Obama. Las indicaciones generales parecen claras: mantener el fondo y cambiar las formas, pero incluso admitiendo esto, el marco de elasticidad es tan grande que multiplica el valor de los matices.

A diferencia de lo ocurrido al inicio de la pandemia con la distribución de mascarillas, con las vacunas, China se ha mostrado básicamente prudente. No solo tomaba nota de que los países más desarrollados de Occidente optaban por “sus” farmacéuticas sino también reconocía los problemas de credibilidad de sus productos ante importantes segmentos de la opinión pública.
Casi al límite de su vencimiento temporal, Washington y Moscú decidieron renovar el Tratado New START o START III por cinco años más. Fue una de las primeras -y acertadas- decisiones del nuevo presidente Joe Biden. El expresidente Donald Trump pretendía la adhesión de Beijing al tratado y en tanto esta no se produjera, lo guardaría en el cajón. De esta forma, Estados Unidos y Rusia seguirán limitando el número de armas nucleares.
Las sesiones parlamentarias anuales, de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino y de la Asamblea Popular Nacional, conocidas como “lianghui”, darán inicio en China tras las celebraciones de la Fiesta de la Primavera.

Las aguas bajan revueltas en el Estrecho de Taiwán. Días atrás, un portavoz de Defensa de China continental advirtió que “la independencia implica la guerra”. No es algo nuevo. Es el espíritu y hasta la letra de la Ley Antisecesión aprobada por el Parlamento chino en 2005.