Nazanín Armanian | 

Arabia Saudí no está dentro de las prioridades del presidente Biden. Aunque todo lo que haga será cuestión de forma y no de fondo: no dirá, por ejemplo, que el general Al Sisi sea su «dictador favorito», aunque fue el gobierno de Obama-Biden quien reconoció un régimen golpista en Egipto.

Hombres blancos sin estudios

La izquierda ha asimilado las categorías del discurso neoliberal.

Nunca antes ha existido tanta expectativa mundial respecto de las elecciones presidenciales en EE.UU. como hoy. Se explica por el crítico escenario político social interno en el que se desenvolvieron, y también por el papel que la principal potencia capitalista juega en la geopolítica mundial.

Roberto Savio | 

Ya está claro que Joe Biden es el nuevo presidente electo de los Estados Unidos. Es poco probable que la maniobra legal de Donald Trump cambie los resultados de las elecciones, como cuando, en el año 2000, un Tribunal Supremo conservador decidió a favor de George Bush en lugar de Al Gore, que perdió entonces por 535 votos.

Las elecciones han tenido lugar en unas circunstancias muy extraordinarias, en medio de un gran sufrimiento y fuerte agitación social.

Eduardo Luque | 

No opino como Alberto Garzón ni como Pablo Iglesias. Yo no estoy alegre porque haya ganado un político neoliberal y de derechas como Joe Biden.

Es bueno que Donald Trump haya perdido. Pero ahora la izquierda tiene que cambiar el paso de inmediato para oponerse al gobierno de Joe Biden.

Pablo Jofré Leal | 

El viejo refrán al que hago referencia en el título de este artículo lo traigo a colación a propósito de las interrogantes surgidas respecto al qué esperar del nuevo presidente de Estados Unidos Joe Biden.

Pensar que Biden es mejor que el fascista de Trump, es siempre una opción que, además, nos ayuda a sentirnos mejor. Pero es una opción totalmente alejada de la realidad.

Estados Unidos es la gran potencia capitalista dominadora del mundo. Con una economía enorme y unas fuerzas armadas sin par, con presencia política y económica en prácticamente todos los países del mundo, su clase dominante se siente intocable, portadora de un presunto “destino manifiesto” que le autoriza a actuar como el gendarme global.