
Chile se acerca a pasos raudos a la concreción de un hito largamente acariciado: la oportunidad de dejar atrás un molde constitucional impuesto con indecible dolor y sufrimiento por una dictadura bárbara al servicio de un modelo neoliberal.
Chile se acerca a pasos raudos a la concreción de un hito largamente acariciado: la oportunidad de dejar atrás un molde constitucional impuesto con indecible dolor y sufrimiento por una dictadura bárbara al servicio de un modelo neoliberal.
En diferentes puntos del país, se intensifican las luchas contra la concentración de riqueza y las políticas neoliberales que han acelerado la desigualdad económica a niveles sin precedente en décadas.
Que desmontar el sistema corrupto e impune que dejaron instalado la narcodictadura y los sectores fácticos del país no iba a ser fácil, era de sobra sabido.
Mucha parte de nuestra ciudadanía ha sido expulsada de nuestro país en diferentes décadas por razones de diferente índole. Desde las razones políticas a partir de la Guerra Civil, a las razones económicas que aún hoy siguen empujando a gran parte de nuestra juventud a seguir buscándose las habas en otros países, mucha de la nueva emigración actual ya no es tan joven.
A pesar de la clausura de los medios de comunicación independientes, de las órdenes de detención, de la tortura, de la cárcel y de la clandestinidad o el exilio, el periodismo en Myanmar sigue desafiando a la junta militar para encontrar nuevas formas de informar, escribe Phil Thornton.
Sabemos que la caracterización principal de un estado absolutista es que quienes ejercen su gobierno no rinden cuenta ante nadie o si se quiere sólo a sí mismos, con la almohada.
Ahora la expande Carlos Motta, lleva la crisis a la mesa del diálogo pueblo-gobierno.