La visita del Presidente Barack Obama a El Salvador ha producido entusiasmo, real o aparente, de sectores gubernamentales, espacios en los aparatos mediáticos, reservas de las cúpulas empresariales y una indiferencia extendida de los sectores populares. El pueblo salvadoreño, que sufre el empobrecimiento mayor de su historia, sabe muy bien que no resulta fuente de […]
La visita del Presidente Barack Obama a El Salvador ha producido entusiasmo, real o aparente, de sectores gubernamentales, espacios en los aparatos mediáticos, reservas de las cúpulas empresariales y una indiferencia extendida de los sectores populares. El pueblo salvadoreño, que sufre el empobrecimiento mayor de su historia, sabe muy bien que no resulta fuente de esperanza la visita de un personaje poderoso, representante de un país poderoso, a un presidente débil de un país angustiado como El Salvador.
El gobierno de los Estados Unidos es impulsor de la política neoliberal que ha producido la mayor pobreza en nuestro país, ha promovido golpes de Estado en El Salvador y el continente, respaldó el reciente golpe de Estado contra el legítimo gobierno de Manuel Zelaya en Honduras, establece bases militares en Colombia, amenazando a la revolución venezolana, y mediante este último país, se prepara a establecer el Plan Colombia en Centroamérica. En el mundo, Estados Unidos ejerce una política de apropiación del agua y del petróleo, usando la fuerza con ropaje legal, tal como ocurre, en estos momentos, en el norte de África, mediante la agresión militar de la ONU, la OTAN y Estados Unidos al pueblo libio.
En nuestro continente, la política estadounidense hacia Cuba, con un bloqueo infamante, con una prisión en Guantánamo, con la condena de 5 luchadores antiterroristas cubanos, enfrenta a la política estadounidense con la dignidad, el heroísmo y las conciencias libertarias de América.
Las relaciones entre Estados Unidos y El Salvador, expresan el juego desequilibrado donde el débil resulta devorado por el fuerte y la vida política salvadoreña ha resultado, durante décadas, influenciada y hasta determinada por la voluntad y los intereses de Estados Unidos.
La guerra de 20 años es una alta expresión de la participación estadounidense en la vida del país. Este hecho disparó la mayor corriente migratoria hacia el país del norte. Millones de salvadoreños y salvadoreñas producen riqueza, sociedad, comunidad y política en ese país; mientras hacen posible las remesas familiares mediante las cuales el pueblo pobre se convierte en el sostén de la economía, la familia y el país entero en El Salvador.
Esta relación, que es de beneficio mutuo, ha de ser para nosotros factor de identidad nacional, de identificación patriótica y de fortalecimiento de nuestra independencia. Ninguna política estatal ha de continuar haciendo de la emigración, política de sostenimiento económico del país o de reducción de tensiones sociales. Los hombres y mujeres salvadoreños debemos ser capaces de construir en nuestra propia tierra nuestros propios sueños.
Nuestro pueblo ha aprendido que si bien necesitamos relaciones amistosas, bilaterales y de mutua conveniencia con otros pueblos, como con el pueblo de los Estados Unidos, solo nosotros podremos construir nuestro propio bienestar y riqueza social. El Presidente estadounidense visitará la tumba de Monseñor Romero: un hombre de guerra y en guerra frente a un hombre de paz. Ahí escuchara el clamor de justicia ante un crimen impune, la protesta frente a una política imperial que produce asesinos, y conocerá la espiritualidad del mejor de nosotros, que sigue más vivo que nunca, más escuchado y más necesario.
Movimiento por la Democracia Participativa
¡Por un estado participativo, viva el pueblo salvadoreño!
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