Julio García Camarero

Artículos

El decrecimiento no es una teoría, ni una elección posible. Es un fenómeno degradante y suicida de la biosfera, generado por el crecimiento oligárquico, crecimiento del 1% que origina un decrecimiento infeliz sobre el 99%, y lo realiza a partir de dos enfermedades mentales suicidas y pandémicas: la obsesión por la y acumulación y la manía de la hegemonía. Estas dos enfermedades están expoliando y esquilmando todos los recursos planetarios: las energías no renovables (energías fósiles, materias minerales, etc.) y las renovables (el suelo vivo cargado de micro-fauna y nutrientes naturales). Están haciendo decrecer vertiginosamente los recursos del planeta.

Es difícil, aunque se tenga conciencia ecologista caminar hacia la resilencia restauradora de nuestra casa común, la biosfera. Pero yo estoy haciendo los primeros pinitos, y aunque no es suficiente, sí que predispone en ese sentido:

Despidámonos de 2020, año de la insólita pandemia, en donde todo ha sido fuera de la normalidad un año que nos ha parecido a todos irreal, como una pesadilla con mascarilla. Y despidámonos con los acontecimientos más notables.

Sí, el cambio evolutivo natural es secuencial, es secuencial e irreversible: el mono se transformó en el hombre pero el hombre no se transformará en mono.

La bondad o la maldad entre las personas, más que por voluntad individual y madura, se obtiene por el crisol del entorno familiar y de grupo, o por la influencia de las imposiciones del Estado, influencias malignas como puedan ser el patriarcado.

Podemos decir que la historia de la humanidad es la historia del imperialismo. Es una historia evolutiva según diferentes etapas.

A mediados de noviembre de este año 2020 surgió de repente una explosión de esperanza y optimismo al aparecer en todos los medios de comunicación como noticia de portada: “La farmacéutica estadounidense Pfizer anunciaba que ya se podía disponer una vacuna contra la pandemia del covid-19, para finales de año”.

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