Manuel Acuña Asenjo

Artículos

Los días 15 y 16 de mayo recién pasado se realizaron las elecciones de convencionales constituyentes, de conformidad a lo estatuido en el Acuerdo Por la Paz y una Nueva Constitución. Fue una elección extraña, porque un suceso de tal naturaleza —que implicaba sentar las bases de la República—, se suponía debía hacerse en forma aislada, como un evento especial, separado de toda otra actividad, dada su extraordinaria e histórica importancia.

Al cumplirse un nuevo aniversario de la muerte de nuestro Clotario Blest R.

Decía Antonio Gramsci que uno de los rasgos relevantes de la cultura que poseen las clases dominantes—y/o sus fracciones—, es la conciencia de ser tales.

Es posible que las elecciones de convencionales constituyentes se realicen los días 15 y 16 de mayo próximo; de hecho, así se encuentra establecido en la ley complementaria recientemente dictada.

Los días sábado 10 y domingo 11 de abril, se llevaría a cabo el acto eleccionario—si es que no se suspende por razones derivadas de la pandemia— cuya realización fue ordenada por una votación sin precedentes el 25 de octubre del año recién pasado. No se trata de un acto cualquiera: se medirán, allí, dos valores fundamentales. Por una parte, la confianza que la ciudadanía tiene en las actuales organizaciones políticas y su dirigencia; en suma, el apoyo ciudadano que tiene la ‘escena política’ de la nación.

«[…] fue tanto el coraje, que ya que le faltaron las manos, peleó más fuertemente con la lengua, la cual suele ser más eficaz para hacer guerra que las manos de los Hércules y las industrias de los Césares». Pedro Mariño de Lobera: ‘Crónica del Reyno de Chile’ UN FALLO TRASCENDENTAL Los tribunales de justicia […]

Parafraseando y, en cierto modo, parodiando, las palabras del presidente Piñera —formuladas en Cúcuta (Colombia), a propósito de la permanencia de Nicolás Maduro en el cargo de presidente de Venezuela, a principios de este año—, nos hemos preguntado qué hace, no sólo al mandatario chileno sino, a toda la llamada ‘élite política’ del país, perseverar en el desempeño de sus cargos pese a índices tan bajos de aprobación ciudadana que deslegitiman sus respectivos mandatos.

En una de sus habituales columnas del rotativo ‘El Mercurio’, de agosto recién pasado, recuerda Carlos Peña (a menudo, olvidado por él mismo) que, para poder entablar un diálogo —y, agregamos nosotros, para escribir—, necesario es el empleo de un lenguaje común.

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