Manuel Humberto Restrepo Domínguez

Artículos

El fracasado gobierno del niño emperador es sellado con media docena de masacres, la última emerge como una síntesis trágica del genocidio fascista en el país del niño emperador que mientras disparaban cantaba vallenatos en una despedida a su desgobierno: 2 indígenas, tres excombatientes, una lideresa social embrazada, los responsables: hombres vestidos de camuflado, con armas largas, en una zona milimétricamente militarizada.

Lo que ha ocurrido en la historia política y social de Colombia, con el triunfo del pueblo en las urnas para gobernar el país, no cabe en las distinciones usuales y duales del siglo XX, etiquetado en izquierda o derecha, blanco o negro, masculino o femenino, arriba o abajo, bonito o feo.

La dignidad de un pueblo ha ganado. Logró derrotar al miedo, a la desesperanza, a las fórmulas de la ausencia y el silencio de quienes no dieron tregua a abandonar las rutas del odio que movían pasiones y envenenaban el ambiente democrático.

Respecto al momento que vive Colombia, ante la elección presidencial, la primera consideración relevante es que no hay experiencias exitosas de empresarios gobernantes, todos han quebrado la democracia.

La distinción entre lo social y lo político en el ejercicio del poder se rompió en la coyuntura electoral, por mandato de la ciudadanía, que dejó de creer en las jerarquías de los partidos.

Fue contundente la victoria del pacto histórico que con 8.5 millones de votos obtuvo la mayor votación histórica de un grupo alternativo de poder.

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