El Covid 19 ha afligido el mundo por tres años. En la lucha contra la pandemia, China siempre ha colocado a su pueblo y la vida por encima de todo y ha venido reajustando las medidas antiepidémicas de acuerdo con la evolución de las circunstancias.
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El pasado 6 de enero se cumplió el segundo aniversario de los disturbios en el Capitolio de Washington, realizados por una turba de extrema derecha, convencida de que a Donald Trump le robaron la presidencia en las elecciones de 2020.
¿Qué es lo que dificulta lograr la paz entre Kiev y Moscú? El mito de la “victoria total” sobre el enemigo que puede verse en la propaganda tanto del agresor ruso como de la parte ucraniana agraviada.
En el estado Shan, la extracción de oro por empresas vinculadas al ejército causa grandes daños medioambientales y aumenta el desplazamiento del campesinado.
Según la NPR, China (al igual que Rusia) representa una amenaza nuclear importante y creciente para Estados Unidos y sus aliados.
Cuando se cumplen casi cuatro meses desde el inicio de las protestas que siguen sacudiendo Irán, el analista Mehrab D. Sarjov pone el foco sobre el complejo tejido étnico del país. A menudo ignorado, se trata de un factor que se antoja clave para su futuro más inmediato.
En algún momento deberíamos comprender que la crítica no es solo éticamente defendible, sino políticamente decisiva para forjar las fuerzas del cambio. No se consigue avanzar en esa dirección eludiendo debates.
El artículo que he seleccionado describe adecuadamente la situación pre-bélica de ese momento -enero de 2022- que terminaría poco después con el inicio de la guerra ruso-ucraniana. Registra el incremental y paulatino despliegue de fuerzas de Estados Unidos y sus socios de la OTAN en el Mar Negro desde 2019 en adelante. En 2020 hubo ocho ejercitaciones de EE.UU./OTAN, que pasaron a ser 15 en 2021. En fin, la nota patentiza un despliegue de fuerzas y una actitud bélica de Washington que se mostró poco menos que en las narices de Moscú. Hasta allí llega. Ya sabemos lo que siguió después: una guerra por delegación que Estados Unidos le enjaretó a Kiev, que colocó inevitablemente a Rusia como país agresor. Quizá una cínica paradoja de la Historia.