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Santos prende velas a todos los “santos”

La gran burguesía latinoamericana propone una tregua

Fuentes: Rebelión

El caso de la Cumbre de las Américas y Cuba Lo ocurrido ésta semana con la visita del presidente colombiano Juan Manuel Santos a Cuba, en donde se entrevistó con Raúl Castro y Hugo Chávez -en convalecencia-, envía señales de distensión. Desde antes se sabía que el presidente Barak Obama había vetado la presencia de […]

El caso de la Cumbre de las Américas y Cuba

Lo ocurrido ésta semana con la visita del presidente colombiano Juan Manuel Santos a Cuba, en donde se entrevistó con Raúl Castro y Hugo Chávez -en convalecencia-, envía señales de distensión.

Desde antes se sabía que el presidente Barak Obama había vetado la presencia de Cuba en la Cumbre de las Américas a realizarse en Cartagena (Colombia) entre el 9 y el 15 de abril del año en curso. Castro afirmó que le interesaba asistir pero que su país no haría parte de la OEA.

El presidente ecuatoriano Rafael Correa planteó en reciente cumbre de la Alianza Bolivariana para las Américas ALBA en Caracas la necesidad de que Cuba estuviera presente. El grupo de presidentes lo respaldaron y endosaron la responsabilidad a Colombia, país anfitrión.

No era fácil resolver el impasse. Obama presionaba: aflojar en esa materia tiene connotaciones electorales entre los cubano-estadounidenses. La visita de Santos a Cuba, el acento de sus declaraciones, el tacto de Castro y de Chávez, el tono de las recientes declaraciones de Correa, deja ver que hay algo tras fondo. El problema de Cuba en la Cumbre es secundario.

Vamos a hacer un planteamiento arriesgado. Su elaboración responde a una serie de señales que desde meses atrás ha enviado la oligarquía latinoamericana encabezada por Santos, que sigue construyendo su eje-bloque Chile, Perú, Colombia y México. Se avizora un camino que sorprenderá a muchos.

Señales de distensión

Hay quienes creen que priorizando el tema geopolítico, o sea, colocando en primer lugar del análisis y de la denuncia las contradicciones entre bloques de países y países mismos, están contribuyendo en primera línea con la tarea anti-imperialista y anti-capitalista. [1] Olvidan el análisis de clases.

Por ello, quienes así piensan no entienden lo que ya está ocurriendo en América Latina, en donde -por interés estratégico de la gran burguesía trans-nacionalizada de la región [2]– lenta e imperceptiblemente se distensionan las relaciones con los EE.UU.

Se debe analizar el comportamiento de la burguesía trans-nacionalizada que es consciente del extraordinario momento que se vive a nivel mundial. Ellos -aunque no quieren perder su alianza con los EE.UU.- saben que es un poder imperial en decadencia, sobre todo en el terreno económico.

Por algo Santos ya tiene preparado su viaje por China, habiendo primero visitado los socios estadounidenses en Oriente (Japón y Corea del Sur), con quienes ya tiene adelantados acuerdos comerciales importantes (TLC Corea-Colombia). Y en esa misma vía están todos los gobiernos de la región que han comprendido -así los EE.UU. no lo quieran entender- que el mundo ya es multipolar.

Las burguesías trans-nacionalizadas de América Latina -los Slim, Batista, Fontbona, Salinas, Bailleres, Larrea, Sarmiento Angulo y demás grandes ricos de la región [3]-, han empezado, finalmente, a diseñar una política «propia», autónoma frente al gobierno de los EE.UU. y de los países del ALBA. Ese es el hecho que ha salido a relucir con el viaje de Santos a Cuba.

La nueva estrategia de la burguesía trans-nacionalizada

Esa burguesía trans-nacionalizada -que tiene grandes inversiones en generación de energía, minería y siderurgia, telecomunicaciones, industrias de alimentos e infinidad de áreas de la economía de la región- ha entendido que el recetario de la confrontación no es el mejor. Que por ese camino no sólo van a seguir perdiendo poder político en la región, sino que pueden ayudar a incubar una verdadera revolución que ponga en peligro el poder del capital.

Es lo que han podido comprobar en los últimos 20 años. Han venido perdiendo terreno político en todo el sub-continente aunque sólo en los países en donde las oligarquías más obtusas no tuvieron el tacto político suficiente y se dejaron manipular por Washington (Cuba, Nicaragua, Venezuela, Ecuador y Bolivia), los procesos nacionalistas se radicalizaron para asumir diversos caminos «socialistas».

Ahora, a la sombra de una crisis sistémica del capitalismo que incluye la decadencia imperial estadounidense y la aparición de un mundo multipolar, la burguesía regional -ya trans-nacionalizada- entiende que debe diseñar su propia estrategia para intentar «domesticar» los procesos de cambio, que también están urgidos de una «tregua».

Necesidad de una «tregua» para construir autonomía económica y gobierno participativo

30 años de neoliberalismo en América Latina dejaron las economías – especialmente en donde la burguesía industrial era política y económicamente muy débil – en manos de unos cuantos monopolios y en vías de reprimarización. Las pocas industrias que se crearon durante la fase de la sustitución de importaciones fueron afectadas por la «reestructuración post-fordista» con sus fenómenos de deslocalización, transectorización, desconcentración y descentralización de la economía [4].

Así, las economías de la totalidad de países latinoamericanos son sumamente precarias. Los gobiernos de los procesos de cambio -sean de la línea «dura» de Chávez o de la línea «blanda» de Lula- han encontrado unos Estados coloniales que viven en gran parte de las rentas petroleras y gasíferas, de gravar otras rentas menores, los servicios públicos y el trabajo, dado que las industrias que generan plusvalías sostenibles son relativamente escasas.

Por ello, la distensión o tregua que la burguesía trans-nacionalizada en cabeza de Santos está diseñando, puede fortalecer la capacidad de los gobiernos democrático-nacionalistas para invertir en la explotación de los recursos naturales, lo cual va a generar la profundización de las contradicciones con algunos sectores de pueblos indígenas (no tanto con afrodescendientes) y con organizaciones ambientalistas, que colocan como principal contradicción -no el tema de quién explota esos recursos y a favor de qué política- sino la defensa de la naturaleza y el tema del cambio climático.

El tema clásico es que los gobiernos progresistas latinoamericanos saben que tienen que responder -durante el corto y mediano plazo- a planes de desarrollo que tienen como principal sujeto social a la población «informalizada» de las ciudades, a la cual deberá ofrecerle programas sociales asistenciales para ganarlos para el proceso de cambio, y a mediano y largo plazo deberán impulsar programas productivos de nuevo tipo -asociativos, industriales, sostenibles y rentables social y económicamente-, para lo cual necesita importantes recursos financieros que sólo pueden provenir en lo inmediato de explotaciones mineras, petrolíferas o mega-proyectos energéticos de gran cobertura e importancia.

Cualquiera que mire el proceso en su conjunto en Sudamérica puede ver que si los partidos o movimientos que acceden a ciertos niveles de poder y de gobierno se paran en mientes -por pruritos y prejuicios ambientalistas o étnico-culturales (sin negar la necesidad de la concertación razonable)- y no explotan en inmejorables condiciones de financiación y renegociación, los recursos naturales que están a la vista, fácilmente las derechas latinoamericanas van a derrotar a esos gobiernos, no por medio de golpes militares o intervenciones imperiales, sino en el terreno electoral.

Por ello, el interés de los gobiernos «revolucionarios» coincide con el interés de las burguesías trans-nacionalizadas de la región en cuanto a distensionar las relaciones con el gobierno de los EE.UU., mucho más cuando no existe en la región el actor social del socialismo, o si existe no se ha manifestado ni siquiera tan levemente como lo ha hecho en los países árabes o en España. [5]

Así, la burguesía trans-nacionalizada puede arreglar sus cuentas con el imperio estadounidense reacomodándose en el cuadro general de las potencias del mundo como un actor regional, y los gobiernos revolucionarios podrán construir -si se lo proponen- nuevas formas de economías que se conviertan en el sustento de una autonomía popular y democrática, que al lado de democracias participativas contribuyan desde América Latina con las tareas post-capitalistas que las nuevas generaciones ya tienen a la vista.

Distensión Venezuela-Colombia

En el caso de Cuba y la Cumbre de las Américas el gobierno colombiano de Juan Manuel Santos pretendía hacer una jugada magistral. Él, es especialista en prenderles velas simultáneamente a todos los «santos» y así lo quiere hacer ahora.

Desea mantener su alianza viva con el gobierno de Obama pero quiere construir buenas relaciones con los gobiernos de los países vecinos Ecuador y Venezuela -líderes indiscutibles de la Alianza Bolivariana para las Américas ALBA-, que le garantizan estabilidad política, posibilidades de avanzar hacia acuerdos de Paz con la guerrilla y negocios comerciales que son demasiado valiosos en ésta época de crisis económica.

Hoy, por táctica geopolítica un gobierno como el de Venezuela ha entrado en diálogos y en la ruta de la contemporización con el de Colombia. Entablar relaciones de buena vecindad e incluso impulsar proyectos de desarrollo para los pueblos venezolano y colombiano no puede ser calificado como una traición a la causa de los pueblos y de los trabajadores, porque los intereses del Estado venezolano responden a intereses nacionales -a coyunturas específicas de las contradicciones internas de la sociedad venezolana-, que en últimas a nosotros también nos interesan.

Ello es aceptable y hasta comprensible, pero no quiere decir que las fuerzas sociales y políticas que sustentan el proceso revolucionario de Venezuela deban bajar la guardia frente a la derecha colombiana.

Geo-política vs. Lucha de Clases y política «sistémica»

Los hechos están mostrando que es un error girar en torno al análisis geopolítico sin tener en cuenta la enorme lucha de clases que se vive en el mundo.

El planteamiento central consiste en afirmar que las amenazas de guerra con Irán, las tensiones con Rusia y China, los tires y aflojes frente a los innumerables conflictos regionales y locales que se originan por el control de los recursos energéticos y por los mercados, hacen parte de la política de contención –no ya a una potencia extranjera– sino a las fuerzas sociales insurgentes que están apareciendo en los países de la metrópoli capitalista-imperialista, en los países emergentes (BRICS) y en la periferia, que ellos (los capitalistas-imperiales) saben que son las fuerzas que en los próximos 20-30 años van a poner en jaque a todo su sistema económico y cultural.

No será un país el que encabezará la lucha contra el capitalismo ni un grupo de países los que derrotarán al imperio estadounidense. Son las contradicciones intrínsecas al capitalismo las que están haciendo estallar la «precaria estabilidad del sistema» y están obligando a millones de personas -especialmente a los trabajadores precariados- a asumir, por encima de intereses nacionales, la tarea de construir una sociedad post-capitalista.

Lo que esos cambios dejan ver es la necesidad de tener una política a varios niveles, «sistémica», «cuántica». Esa política los capitalistas-imperiales ya la juegan y por ahora la desarrollan a la perfección porque no tienen contrincantes «sistémicos» del otro lado.

¿Qué quiere esto decir? Que en América Latina y en el mundo, es cada vez más urgente independizar la dirección de las fuerzas revolucionarias de la dirección de los gobiernos, para que las estrategias geopolíticas que los gobiernos deban diseñar y realizar, no sea el único campo de acción revolucionaria, y para que efectivamente los gobiernos (que están a la cabeza de «Estados coloniales heredados») sean un verdadero punto de apoyo y no sean el «todo» de nuestra política.

Es lo que ellos hacen. Obama representa a su gobierno como lo hace Sarkozy o la Merkel, pero el Departamento de Estado, la CIA y todas las agencias para-estatales de estos países y las que ya actúan conjuntamente, así como las cúpulas de los consorcios y clubes capitalistas del mundo entero (incluyendo cúpulas de empresas capitalistas rusas, chinas, brasileras, etc.) se conciertan para diseñar estrategias, no tan sólo contra países «rebeldes», «díscolos» o «desaplicados», sino frente a la insurgencia social que ha sacado la cabeza desde enero de 2011.

Nosotros, los pueblos y los trabajadores, necesitamos practicar ese tipo de política. Más allá de lo que puedan o dejen de hacer los gobiernos «revolucionarios».

Notas:

[1] Ver: Red Roja «Des-inoculándonos la parálisis anti-imperialista». http://www.rebelion.org/noticia.php?id=145857

[2] Entendemos por «gran burguesía trans-nacionalizada de la región» a los grandes grupos económicos y financieros de Brasil, Argentina, México, Chile, Colombia, Perú y demás países que cuentan con grandes bancos e inversiones en diferentes áreas de la economía de la región, como el sector energético, telecomunicaciones, y han empezado a incursionar en la gran minería de la mano de poderosas empresas transnacionales.

[3] Ver: Las 20 familias burguesas más ricas de América Latina: http://aranandoelcieloyarandolatierra.blogspot.com/2012/03/las-20-familias-burguesas-mas-ricas-de.html

[4] Deslocalización interna y externa por la búsqueda de «mercados baratos de mano de obra»; transectorización al convertir empresas en productores de partes y servicios para diversos sectores de la producción; desconcentración de funciones y procesos productivos de factorías y fábricas; y descentralización del aparato administrativo.

[5] Ver: El «viejo topo» proletario vuelve a cavar. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=122632

Blog del autor: http://aranandoelcieloyarandolatierra.blogspot.com/2012/03/la-gran-burguesia-latinoamericana.html

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.