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La izquierda salvadoreña y las elecciones del 2015

Fuentes: Rebelión

«Las luchas revolucionarias son justo lo opuesto a las luchas parlamentarias… Hemos tenido… sonoras ‘victorias’ parlamentarias, íbamos precisamente de victoria en victoria. Y el resultado de todo ello fue, cuando llegó el día de la gran prueba histórica… una aniquiladora derrota política y moral, un naufragio inaudito, una bancarrota sin precedentes». Rosa Luxemburgo Este primero […]


«Las luchas revolucionarias son justo lo opuesto a las luchas parlamentarias… Hemos tenido… sonoras ‘victorias’ parlamentarias, íbamos precisamente de victoria en victoria. Y el resultado de todo ello fue, cuando llegó el día de la gran prueba histórica… una aniquiladora derrota política y moral, un naufragio inaudito, una bancarrota sin precedentes».
Rosa Luxemburgo

Este primero de marzo se celebran en El Salvador las elecciones parlamentarias y de alcaldes y consejos municipales; participan en las mismas alrededor de diez partidos políticos, dentro de los cuales destacan, como ya es normal, el viejo partido de la burguesía oligárquica Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), la Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA), el partido surgido de una ruptura con ARENA y que, desde el punto de vista económico, representa a los sectores de la burguesía no oligárquica que quedaron marginados de los conglomerados financieros entorno a los cuales la burguesía salvadoreña se reestructuró en la época neoliberal y desde los cuales ejerció la dirección política y la dominación económica.

También participa el partido oficialista, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), otrora frente guerrillero que aglutinó a la izquierda durante los años ochenta y que en tiempos de posguerra se convirtió en la oposición parlamentaria, hasta lograr acceder, mediante una alianza con los sectores no oligárquicos de la burguesía salvadoreña, al poder ejecutivo en el 2009 y luego nuevamente en el 2014. El FMLN, paradójicamente, ha sido fiel continuador de las políticas más rapaces del neoliberalismo y los organismos financieros internacionales, ha profundizado las relaciones neoliberales y el carácter semicolonial que los gobiernos de ARENA le imprimieron al país tras la firma de los Tratados de Libre Comercio, los Acuerdos Bilaterales, las Leyes de Inversión, La Dolarización, etc.

En estas elecciones participan además una serie de partidos clientelares como Concertación Nacional (CN), el Partido Demócrata Cristiano (PDC), Fraternidad Patriota Salvadoreña (FPS), el partido Salvadoreño Progresista (PPS), etc., que de conjunto no son más que variantes distintas de partidos clientelares, inorgánicos a las relaciones económicas y de clases, al menos hasta ahora, pero que por la dinámica propia de su composición social, representan la continuidad del régimen económico y político semicolonial de la burguesía salvadoreña en su conjunto.

Sobre el concepto de izquierda

El concepto de izquierda puede dar lugar a innumerables equívocos. Actualmente la izquierda como categoría política atraviesa un momento polémico y de indefinición en la vanguardia de los luchadores y activistas sociales salvadoreños. No es para menos, el partido tradicional de la izquierda salvadoreña ejecuta ahora, ante la vista de todos los trabajadores y el pueblo, las recetas neoliberales más rapaces del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

La categoría izquierda, objetivamente, no sirve para caracterizar a este partido, pero la construcción cultural de los sectores populares y de muchas organizaciones gremiales y comunitarias está asentada sobre la base del mito de que el FMLN sigue siendo un partido de izquierda: esa es precisamente la fuente de la indefinición y las polémicas entorno a la categoría izquierda en El Salvador.

No obstante, si por Izquierda entendemos a una posición política determinada, ubicada en contra de los planes de ajuste de los organismos financieros internacionales, contra sus leyes y tratados coloniales, contra la conversión del país en una colonia y, consecuentemente, contra la burguesía interna, cómplice, aliada y benefactora del orden burgués y colonial de nuestro país, no sólo el FMLN sino también otros partidos y movimientos hoy considerados de izquierda deberían renunciar a esta categoría. En efecto, siguiendo este criterio, la izquierda salvadoreña es profundamente marginal en El Salvador.

La izquierda en las elecciones del 2015

Las elecciones del primero de marzo, así como la participación en ellas de los partidos y movimientos considerados de izquierda, no es sino una expresión de cuan marginal es la izquierda salvadoreña. Y no se trata con ello de desilusionar o arrojar por la borda los esfuerzos de los sectores honestos y de izquierda que actualmente existen en el país, ni de proporcionar armas a la burguesía, que dicho sea de paso, mantiene un cuadro al parecer mucho más exacto de los movimientos de izquierda y su marginalidad, que el cuadro manejado por el mismo movimiento popular; se trata pues, simplemente, de reconocer un hecho objetivo para actuar sobre él.

En la actualidad tres corrientes distintas consideradas de izquierda participan de las elecciones: el Partido Social Demócrata, inscrito a nivel nacional como partido legal; El Movimiento Nuevo País (MNP) de Dagoberto Gutiérrez, excomandante guerrillero del Partido Comunista Salvadoreño, que participa con candidatos a diputación y alcaldías mediante una alianza con el PSD en algunos casos, y con el partido Cambio Democrático (CD), el partido de la pequeña burguesía intelectual de derecha, en otros; y, por último, la Unidad Socialista de los Trabajadores (UST), que postula como candidatos a diputados independientes a dos jóvenes del movimiento sindical salvadoreño.

El PSD es un viejo partido de inspiración socialdemócrata de derecha, dirigido actualmente por Jorge Meléndez, el excomandante guerrillero que actúo durante la guerra civil como Jefe del Frente Nor-Oriental del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), una de las cinco organizaciones que en 1980 compusieron el FMLN. El ERP, fue dirigido toda su vida por Joaquín Villalobos, el estratega militar de la guerra que más tarde se dedicaría a la elaboración de panfletos apologéticos del neoliberalismo y las privatizaciones de las empresas y servicios estatales. Jorge Meléndez fue, desde el punto de vista militar (y al parecer también desde el punto de vista político e ideológico) el subordinado de Villalobos.

Sobre las espaldas de Meléndez, fundador y actual dirigente no solo político, sino ideológico del PSD pesan las acusaciones de haber dado muerte a Roque Dalton, uno de los pocos dirigentes revolucionarios marxistas salvadoreños que rompieron por completo con los vicios estalinistas y las desviaciones reformistas del Partido Comunista Salvadoreño (PCS). Roque Dalton era opuesto a la vía pacífica hacia el socialismo (posición propugnada entonces por el PCS), pero también a la concepción militarista pequeñoburguesa que por entonces pululaba en el ERP. Dalton fue asesinado a traición, por los métodos más viles que el estalinismo sembró en la izquierda mundial: la eliminación física del discordante, de aquel que no aceptaba fiel y sumisamente la subyugación a una línea política determinada, de aquel que se atrevía a ir en contramarcha de las direcciones desviadas o abiertamente traidoras del movimiento de masas.

Ese hecho por sí mismo habría de invalidar al PSD como formación política de izquierda, no obstante, hay otro elemento de juicio que pesa sobre el PSD: sus candidaturas son una variante más del tipo de candidaturas de los partidos tradicionales de la derecha esbozados arriba: son candidaturas puramente electorales, con el enfoque de hacer reformas tímidas al régimen semicolonial salvadoreño, nulas de todo contenido político y programático antiimperialista y de ruptura con los organismos financieros internacionales.

Además, el PSD es un partido de co-gobierno: Jorge Meléndez es director de Protección Civil desde el año 2009. Es por ello que en su programa tampoco figuran criticas hacía las políticas más rapaces de los organismos financieros internacionales y la burguesía salvadoreña, aplicadas por los gobiernos del FMLN, capitulando así a éste partido y, en consecuencia, al capital extranjero y la burguesía oligárquica salvadoreña. No hay duda entonces que como partido político, el PSD queda por fuera de lo que podríamos denominar la izquierda propiamente dicha.

Por otro lado, el Movimiento Nuevo País ha sostenido desde hace años una plataforma programática reformista: sus aspiraciones son la refundación del Estado (o la construcción de un nuevo Estado participativo, como ellos prefieren) y el establecimiento de una democracia participativa. Nada dicen sobre la necesidad de romper con los TLC´s o avanzar en la organización y la movilización de las masas hasta la toma del poder y la construcción del socialismo. Ni siquiera plantean como el Estado salvadoreño es un instrumento de dominación semicolonial con un régimen político profundamente antidemocrático.

En estas elecciones el MNP ha profundizado programática y políticamente esa línea reformista: ha pactado una alianza con el señalado asesino de Roque Dalton y su partido PSD, dejando así de lado las acusaciones que pesan sobre Meléndez en el caso de Dalton arriba mencionado. Por si esto fuera poco, las alianzas con el PSD han hecho al MNP rebajar su programa: a cambio de unos cuantos candidatos a diputados y alcaldes en San Salvador y otros departamentos como San Miguel, Sonsonate y Santa Ana, ha retirado toda la critica que durante los últimos seis años habían sostenido contra las administraciones neoliberales del FMLN. Por otro lado, todo ello no es más que la expresión del hecho de que la dirección del MNP hace tiempo se ha convertido en un movimiento más del abanico de fuerzas políticas de las cuales echa mano la burguesía salvadoreña en tiempos de crisis.

Por último, la candidatura no partidaria de Ernesto García y Elba Argueta, dirigentes de la Unidad Socialista de Trabajadores (UST) es la única que apunta, política y programáticamente, a la izquierda, en el sentido arriba señalado. Su programa es de completa ruptura con los organismos financieros internacionales, los Tratados de Libre Comercio, la dolarización, el cese al pago de la deuda externa, etc. Además el uso del espacio electoral es visto como táctica, es decir como un medio para agitar el programa de lucha y organizar a las masas. No obstante es aún una alternativa política muy pequeña aún, que necesita ser reforzada.

Por último, es necesario saldar al menos dos cosas: la primera relativa al hecho de que la mayoría de jóvenes, trabajadores y luchadores sociales que constituyen las bases del MNP (y aún del PSD) son revolucionarios honrados, engañados no obstante por sus direcciones burocráticas; es indudable que en algún momento, cuando una alternativa de izquierda como la UST tienda a consolidarse, servirá como polo de atracción y la izquierda pegará un salto cualitativo. Por otro lado es preciso recordar que muy a pesar de sostener que la izquierda es más bien marginal en el país, ello no debe dar pie a la desilusión o la desesperanza, por el contrario, la fuerza de los trabajadores, los campesinos, estudiantes y los demás sectores populares en su conjunto ha de encontrarse tarde o temprano con los virulentos vaivenes de la lucha de clases y, parafraseando a Rosa Luxemburgo, la revolución, mañana ya «se elevará de nuevo con estruendo hacia lo alto» y proclamará, para terror de la burguesía, entre sonido de trompetas: ¡Fui, soy y seré!

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.