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¿Se agota la Revolución Latinoamericana? (II)

Fuentes: Rebelión

En nuestro artículo anterior planteamos: «Sin duda se hace necesario inyectar nuevas energías que recuperen el cuerpo de la Revolución Latinoamericana y le permitan seguir adelante. Nuevas energías transformadoras, por supuesto, nuevas creatividades, nuevos correlatos, nuevas audacias, nuevos métodos ¿Nuevos liderazgos?». Como siempre, es imposible hacer una lectura plana de cualquier concepto referido al desarrollo […]


En nuestro artículo anterior planteamos: «Sin duda se hace necesario inyectar nuevas energías que recuperen el cuerpo de la Revolución Latinoamericana y le permitan seguir adelante. Nuevas energías transformadoras, por supuesto, nuevas creatividades, nuevos correlatos, nuevas audacias, nuevos métodos ¿Nuevos liderazgos?». Como siempre, es imposible hacer una lectura plana de cualquier concepto referido al desarrollo de la sociedad. En el caso de América Latina, cada país presenta características propias que condicionarán tal desarrollo, sin embargo es posible encontrar igualmente rasgos comunes: revoluciones inéditas, ausencia de ataduras a dogmas preexistentes (¿y surgimiento de nuevos dogmas?), fuerte persistencia de formas capitalistas de modos y relaciones de producción, concepción soberana de las relaciones con los centros de poder, prolongación de la institucionalidad burguesa, incluidas las elecciones propias de la «democracia» burguesa, enfrentamiento feroz con élites desplazadas y apoyadas por el imperialismo, así como con corporaciones mediáticas nacionales e internacionales, vocación integracionista, etc.

Le ha tocado a la Revolución Latinoamericana coexistir con la crisis estructural y aparentemente terminal del capitalismo, lo cual hace que sus economías, demasiado dependientes aun del poder de los grandes monopolios financieros, extractivistas e industriales mundiales, sufran los embates de esa crisis (dimensionados por el sabotaje y la agresión permanente de sus enemigos) y sufran serias dificultades que comprometen su estabilidad y su futuro inmediato.

Quienes pretenden que los problemas de la Revolución se resuelvan con una visión inmediatista, meramente pragmática, con la idea de que «triunfar» no es más que mantenerse en el Gobierno, están equivocados: los problemas de la Revolución Latinoamericana, más que tácticos (que también lo son) son estratégicos. Si queremos transformar radicalmente la realidad, debemos plantearnos asuntos vitales como ¿Hacia dónde vamos? ¿Cómo transformar los instrumentos de la Revolución, como los partidos y la organización popular? ¿Cómo marchar hacia un nuevo modelo económico a partir del modelo capitalista imperante? ¿Arrancamos el árbol de raíz, vamos aserrando el tronco, lo talamos por pedazos? Es preocupante para nosotros que en tiempos recientes, al menos en Venezuela, hay síntomas de que la presión de las urgencias tiende a un peligroso cercenamiento del debate, que incluye desprecio por las discusiones teóricas, por los llamados «intelectuales», por la crítica (la cual se menciona mucho y se ejerce poco). Un ejemplo de ello: en un reciente evento chavista sobre temas de comunicación, al cual asistimos, unos ponentes expusieron sus ideas durante todo el día (algunas muy interesantes, por supuesto, no todas necesariamente correctas), sin que hubiese alguna participación de los oyentes, salvo por unas pocas preguntas presentadas por escrito, lo cual generaba nuevas intervenciones de los mismos ponentes. Irónicamente, casi todos los expositores se refirieron a la participación y el protagonismo del pueblo, y a lo que es llamado «comunicación interactiva». Como se ve, solo hubo participación y protagonismo de los pocos que hablaron (aunque por momentos los demás participamos aplaudiendo) y cero interactividad. Aquello fue un remedo del estilo universitario medieval (que aún persiste en muchas universidades) del magister pontificando frente a los obsecuentes discípulos ¿Por fin, cambiamos o no cambiamos los métodos? ¿No debería ser parte del debate cómo nos comunicamos entre nosotros, cuál es la calidad de nuestras reuniones y cuales sus fines?

Cosas parecidas ocurren en todos los ámbitos, verbigracia en el denominado «Poder Popular», que está aún muy lejos, globalmente, de ejercer algún poder real. En Venezuela, las organizaciones populares más desarrolladas detentan cuando mucho cierto poder administrativo o alguna capacidad gestora, pero no así algún poder político efectivo. Un ejemplo de ello son las elecciones a cuerpos legislativos, en las que la decisión sobre las candidaturas se la reservan los partidos políticos (fundamentalmente el PSUV, principal partido de Gobierno, en el caso del movimiento revolucionario). Esos candidatos terminan siendo candidatos de tales partidos y no de las comunidades que después los eligen, si es que los eligen (el 6 de diciembre de 2015, en los comicios parlamentarios, eligieron preferentemente a los candidatos de la derecha). Claro está, la participación política del pueblo venezolano es ahora mucho mayor que en el pasado, pero acaso, después de 17 años de gobiernos chavistas, debemos comenzar a comparar lo que tenemos con lo que queremos tener, más que con lo que tuvimos.

Esto que estamos planteando no es un asunto menudo ni intrascendente ni un delirio teórico. Se trata de un tema vinculado de manera estrecha a la práctica revolucionaria, al destino de la Revolución, sobre todo al tema del poder. Los revolucionarios no trabajan para mantenerse eternamente en el poder, sino para transformar el poder. Esto es lo más importante cuando miramos al horizonte de los siglos y no solo al paisaje de las próximas elecciones.

Solo hemos enseñado un botón de muestra de las serias inquietudes que asaltan a muchos revolucionarios que aspiran a cambiar el mundo radicalmente, a darle finalmente una voltereta a esta realidad deleznable y no solo a maquillarla para que se vea más bonita. Pero hay muchas otras cosas que deberían estar en debate. El peligro de que lo urgente obvie lo estratégicamente más importante está allí. Cuidado, que por querer salvar la Revolución en este momento tan exigente, podemos terminar olvidando el verdadero puerto al que aspiramos arribar. Continuaremos con este debate: criticar no es un derecho, sino un deber.

Vamos a dejar otra frase tomada de la entrevista concedida por Jorge Beinstein que referimos en el artículo anterior de esta serie: «Los neofascismos centrales y periféricos aparecen como respuestas reaccionarias a la crisis produciendo a veces contrarrevoluciones no porque hayan existido tentativas revolucionarias reales sino precisamente por la ausencia de revoluciones antisistema capaces de superar la degradación capitalista» ¿Hay verdad en estas palabras, absoluta o relativamente? Dejemos la pregunta como abrebocas de un próximo artículo.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.