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Los asesinatos selectivos en las calles de Kabul, están alcanzando proporciones alarmantes. Periodistas, catedráticos, jueces y funcionarios han sido las víctimas elegidas por los sicarios que operan libremente, dando un aspecto todavía más sombrío a la retirada norteamericana.
 
                            El primero de mayo, los 2500 efectivos norteamericanos juntos a los 7 mil de sus socios de la coalición occidental, que invadieron Afganistán en 2001, iniciaron la retirada total del país, tal como lo había anunciado el presidente Joe Biden, el pasado catorce de abril, faltando a los acuerdos de Doha (Qatar) de febrero del 2020, entre la administración Trump y los Talibanes.
La dirigencia de Somalia, el epitome del Estado Fallido, parece tener como única condición el poder de profundizar las crisis más allá de lo explicable, y para quien haga un recorrido por la historia del país de estos últimos cuarenta años, no le quedaran ninguna duda.
 
                            A pesar de haber perpetrado durante sus treinta años en el poder infinidad de crímenes contra su pueblo, la muerte del presidente Idriss Déby, anunciada el pasado martes 20 de abril, no deja de ser, en este momento, una trágica noticia, no solo para el Chad, sino para toda la región.
El lunes 12 de abril, fue detenido en la ciudad de Lahore, capital de la provincia pakistaní de Punyab, el maulana (maestro religioso) Saad Rizvi, líder e hijo del fundador, en 2015, del partido Tehreek-e-Labaik Pakistan (TLP),el clérigo ultra fundamentalista Khadim Rizvi, quien murió por coronavirus en noviembre del 2020.
La delicada jugada de los EEUU de retirarse de Afganistán muestra claramente el grado de saturación del pueblo norteamericano de seguir financiando la guerra más larga que han mantenido.
 
                            El movimiento revolucionario cuenta con un largo historial de resistencia y lucha.


