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Violencia criminal e injerencia yanqui

Fuentes: Rebelión

Es obvio que muchos de los actos de violencia terrorista en Irak, entre nacionales de ese país, son producto de la labor criminal de los órganos de seguridad, espionaje y provocación de Estados Unidos y sus aliados de Europa. Así, además de llevar una guerra colonialista para, supuestamente, localizar y destruir armas de destrucción masiva, […]


Es obvio que muchos de los actos de violencia terrorista en Irak, entre nacionales de ese país, son producto de la labor criminal de los órganos de seguridad, espionaje y provocación de Estados Unidos y sus aliados de Europa. Así, además de llevar una guerra colonialista para, supuestamente, localizar y destruir armas de destrucción masiva, hunden al país mesopotámico en una carnicería típica de los genocidas y criminales de guerra norteamericanos.

El petróleo y el agua, nobles y loables causas de conflictos actuales, deben –mediante bombardeos aéreos, incursiones armadas de soldados regulares y mercenarios, encarcelamiento de patriotas árabes y otros operativos tan en boga entre los yanquis y sus contlapaches– pasar de manos iraquíes y libias a manos de los imperialistas de Occidente, con objeto de impulsar la «democracia» y los «derechos humanos» desconocidos en esos lares.

Ello no es raro. De manera intermitente, desde la primera mitad del siglo XIX, el Estado gringo ha provocado y provoca, ha iniciado e inicia, ha desarrollado y desarrolla, y ha concluido guerras de rapiña para robar territorios de México y colonias de España; «defender» a sus capitalistas petroleros, mineros, ferrocarrileros y latifundistas de medidas necesarias de gobiernos no agachones; derrocar estadistas patriotas; impedir el desarrollo de las sociedades latinoamericanas, africanas y asiáticas, e imponer gobernantes al servicio de los monopolios y gobiernos gabachos.

Interés nacional y bandidaje imperialista

Para hacer frente al expansionismo e intervencionismo de los gángsters «políticos» del Norte, el Estado mexicano elaboró y aplicó una política exterior cautelosa, sensata y orientada a frustrar que los mayores ladrones de tierras mexicanas, los intervencionistas más descarados de la historia universal y los más grandes genocidas carentes de todo principio moral, tuvieran algún pretexto para intervenir, ensangrentar, destruir y ensuciar con sus fuerzas armadas y mercenarios nuestro suelo patrio.

Para asegurar su autonomía relativa frente a asesinos profesionales, México inició en el continente americano el reconocimiento diplomático de la Unión Soviética; apoyó la lucha nacional liberadora de Augusto César Sandino; repudió la invasión italiana de Abisinia; se solidarizó con la República Española ante el golpe ultraderechista de Francisco Franco; otorgó refugio a Gustavo Machado, Julio Antonio Mella, Jacobo Arbenz y tantos otros perseguidos políticos de América Latina y Europa; sostuvo relaciones diplomáticas con Cuba, cuando, por las presiones estadunidenses, los demás países hermanos las habían roto; condenó la intervención de EU en República Dominicana; jamás se embarcó en las guerras de agresión noramericanas; ayudó a la Revolución sandinista, y se pronunció, junto con Francia, por la declaración del estado de beligerancia en El Salvador.

Neoliberalismo y entreguismo

Para terminar con esa política no seguidista ni rastrera, sino solamente digna, llegaron los alcahuetes del neoliberalismo e impusieron otro rumbo. Malbarataron las empresas paraestatales, extranjerizaron la Banca, desnacionalizaron la economía, destruyeron sindicatos y contratos colectivos de trabajo, privatizaron parcialmente la seguridad social, firmaron el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, dieron manga ancha a la reacción ensotanada y se alinearon con la política, planes y proyectos del imperialismo yanqui.

Tiempo después, la cosa empeoró. Con el arribo al poder de los analfabetos políticos del Partido Acción Nacional, México se convirtió –junto con la Colombia de los cipayos Álvaro Uribe Vélez y Juan Manuel Santos Calderón– en la retaguardia de América Latina y el Caribe.

Las administraciones panistas de Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa, dieron comienzo a la compra de broncas ajenas, a postrarse indignamente ante los pandilleros políticos del Septentrión americano y a darle la espalda a los Estados al Sur de los ríos Suchiate, Usumacinta y Hondo, las islas caribeñas y los pueblos agredidos por el imperialismo norteamericano.

Sin madera de estadistas, faltos de oficio político y con la representación de la gran burguesía proyanqui y antinacional, sin parar mientes en la construcción de muros en la frontera gringo-mexicana, la expedición de leyes racistas y chovinistas contra los trabajadores migratorios, la violación del TLCAN en materia de transporte y la campaña oficial gabacha que presenta a México como un país no apto para el turismo estadunidense, los panistas en el poder pasaron a suscribir tratados anticonstitucionales y lesivos para la soberanía nacional como la Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte y la Iniciativa Mérida, vulgar copia del Plan Colombia. A estos tratados, para pasar por encima del Senado de la República, los politiqueros blanquiazules les llaman «acuerdos». Con estos pasos, Fox y Calderón quedan convertidos en palafreneros de la Unión Americana.

Dado que el gobierno espurio de Calderón sostiene y difunde falacias y necedades acerca de los tratados mencionados, cabe precisar algunas cuestiones fundamentales.

*Estados Unidos no tiene fuerzas armadas para la defensa de su territorio, sino para la agresión externa. De ahí que, si se excluye la guerra anglo-usamericana de 1812-1814, cuando los ingleses se pasearon por territorio gringo como Pedro por su casa y ocuparon Washington el 24 de agosto de 1814, el Ejército, la Marina, la Aviación y los satélites espaciales de EU sólo combaten en el extranjero, como lo prueban sus guerras de rapiña y sus intervenciones piratescas en México, Cuba, Filipinas, Nicaragua, República Dominicana, Panamá, Granada, Corea, Vietnam, Laos, Afganistán, Irak y otros países. La idea de seguridad yanqui parte de una concepción claramente imperialista, que comparten sin justificación Fox Quesada, Calderón Hinojosa, Uribe Vélez, Santos Calderón, Piñera Echenique, Juan Carlos I, Aznar López, Rodríguez Zapatero y demás cipayos desvergonzados y agringados.

*La suscripción de tratados de seguridad con el agresor número 1 en el mundo es una auténtica aberración, ya que, aparte de incitar al intervencionismo criminal de los usamericanos, puede dar pie a golpes de mano de los innumerables enemigos del país de los gringos, es decir, significa comprar asuntos ajenos a México y poner en peligro la seguridad nacional.

*Irán y Venezuela no amenazan, no han amenazado y no amenazarán nunca a México. La historia, al respecto, es contundente. Las agresiones militares contra la República Mexicana han provenido de España (1829) y Francia (1838-1839 y 1862-1866, aunque al «emperador» Maximiliano hubo que debelarlo y fusilarlo en 1867), pero sobre todo el peor criminal de guerra de todos los tiempos: Estados Unidos. En efecto, si repasamos en forma sucinta las relaciones entre nuestro país y Gringolandia las conclusiones son contundentes. De allí han partido, parten y de seguro seguirán partiendo las amenazas y las acciones de guerra contra México. Señalar otra cosa es un cuento sin ninguna base en los hechos.

EU contra México, ayer y hoy

En el continente americano, desde 1836, el país expansionista por excelencia ha sido y es, sin la menor duda, Estados Unidos. Es un país que se ha apropiado de territorios de México, colonias de España y tierras de otros países. Todo ello por medio de guerras de conquista y «compras» mediante el mecanismo de amenazar con el uso de la fuerza. Es un Estado terrorista y criminal, no igualado por ningún otro país del planeta. Para corroborarlo, es útil y conveniente recurrir a la historia de las relaciones yanqui-mexicanas.

1. La «independencia» de Texas. En 1836 EU organizó y dirigió, por conducto de tratantes de esclavos y otros «colonos» de semejante catadura, la guerra de Texas, que condujo a la separación de este estado mexicano y a la formación de una llamada «República de Texas», donde floreció la institución especial de los norteamericanos: la esclavitud. En 1845 Texas fue integrada a Estados Unidos.

2. En 1846-1848 Estados Unidos concretó un gran despojo: arrebató a México California, Nuevo México, Arizona, Colorado, Utah, California, Nevada y fracciones de otros estados gabachos. La Unión Americana se convirtió en una gran potencia transcontinental, mientras dejó en México decenas de miles de muertos y de baldados, además de la destrucción de ciudades y pueblos, robos de iglesias, casas particulares, ranchos y otras propiedades de mexicanos. A los terratenientes mexicanos que quedaron en los nuevos territorios de los gringos, por medio de mil argucias legaloides e ilegales, les expropiaron todas o la mayor parte de sus tierras. Los combatientes de la resistencia mexicana en Texas, Nuevo México y California fueron calificados de traidores y pasados por las armas. Los chicanos quedaron, durante décadas, ayunos de derechos, en la «democracia» racista yanqui.

3. Con la combinación de amenazas, ocupación militar de partes de la Mesilla y presiones de diverso tipo, por conducto de James Gadsden, ministro estadunidense en México y prototipo de los expansionistas que promovieron las doctrinas Monroe y el Destino Manifiesto, en 1853 EU «compró» la Mesilla, territorio de Chihuahua y Sonora, que distribuyó entre Arizona y Nuevo México. Éste fue el último robo de territorio mexicano por parte de los bandoleros del Norte.

4. Después de 1848, Washington amenazó a México muchas veces con recurrir a la fuerza para resolver controversias y contradicciones; creó e impulsó partidas de filibusteros para intentar apoderarse de Baja California y Sonora, principalmente. Las incursiones de los filibusteros angloamericanos tocaron a su fin, en lo fundamental, el 7 de abril de 1857, cuando el general Ignacio Pesqueira, gobernador de Sonora, habiendo derrotado a los piratas gringos fusiló al cabecilla Henry Alexander Crabb y a todos sus acompañantes, menos a un menor de edad.

5. Estados Unidos promovió en las entidades norteñas, el bandidaje de texanos, neomexicanos y arizonenses con el objeto de robar ganado y otros bienes de nuestros connacionales, convirtiendo a los abigeos texanos en parte permanente del paisaje fronterizo. Pero no sólo. También armó partidas de indios «bárbaros» para saquear propiedades mexicanas, a la vez que enviaba a sus fuerzas armadas a penetrar en territorio de México en múltiples ocasiones.

6. En 1906, durante la histórica huelga de Cananea, Estados Unidos organizó y ejecutó una intervención armada con los rangers de Arizona, jefaturados por el coronel Thomas Rynning, para masacrar a los mineros mexicanos. A estas tropas especiales, los norteños las llaman rinches.

7. El Estado gringo es corresponsable del golpe de estado oligárquico de febrero de 1913 y del asesinato del presidente Francisco I. Madero y el vicepresidente José María Pino Suárez, ya que a través del embajador Henry Lane Wilson, famoso por su dipsomanía, su adicción a las drogas y sus desvaríos mentales, intervino al lado de Victoriano Huerta, Félix Díaz y otros contrarrevolucionarios en los acontecimientos de la Decena Trágica.

8. Durante la Revolución mexicana de 1910-1917, EU puso en pie de guerra a sus fuerzas armadas en la frontera meridional, amenazó a los gobiernos mexicanos y bloqueó con su armada los puertos nacionales tanto del Océano Pacífico como del Golfo de México. Estas acciones belicistas duraron largos meses y de manera intermitente.

9. En el lapso de abril a noviembre de 1914, Estados Unidos ocupó el puerto de Veracruz, ocupación que costó a México más de 300 civiles, militares y marinos muertos, amén de la destrucción de bienes públicos y privados. Los gringos pusieron en marcha 65 buques, 695 cañones y 29,473 hombres. Con los marines como fuerza de choque, los usamericanos se apoderaron de la aduana y del resto del puerto de Veracruz y establecieron la ley marcial el 27 de abril. Dado que no hubo declaración de guerra, debe calificarse esta invasión como un acto clásico de corsarios.

10. La Expedición punitiva. Desde marzo de 1916 hasta febrero de 1917, Estados Unidos invadió México para, según su lógica, perseguir, apresar o asesinar a Pancho Villa, quien había asaltado la población de Columbus, Nuevo México, ocasionando la muerte de algunos soldados y civiles estadunidenses. Los objetivos eran otros: proteger a los monopolios yanquis de la legislación patriótica en materia de petróleo, minería, tierras y cuestión religiosa, e intervenir por la libre en los asuntos internos nacionales.

Esa invasión, al desarrollarse sin declaración de guerra, debe ser calificada como una incursión de filibusteros dependientes de un gobierno gorila.

La Expedición punitiva estuvo dirigida por el conocido genocida de pieles rojas y filipinos John J. Pershing, alias Black Jack.

Pese a contar con alrededor de 20 mil hombres en armas, un escuadrón aéreo y dos compañías de transportes, así como de unidades de infantería, caballería, ingenieros, servicios médicos y otros, no alcanzó uno solo de sus objetivos bandidescos, y, como corolario, fue derrotada en el único combate formal entre tropas regulares por el Ejército Mexicano el 21 de junio de 1916, en El Carrizal, Chihuahua. Los invasores tuvieron que largarse, en vista de la próxima intervención yanqui en la I Guerra Mundial.

Posteriormente, por cuestiones de la extracción de petróleo, las concesiones mineras, la tenencia de la tierra y otros problemas, Estados Unidos amenazó a México con la intervención militar en 1919, en la década de los años 20 y en otras fechas. De hecho, las presiones de todo tipo siempre han existido.

Dado el temor al poder militar de la Unión Soviética y el campo socialista, los imperialistas norteamericanos llevaron el anticomunismo a extremos cercanos a la locura: en 1968, por ejemplo, quisieron derrocar al presidente Gustavo Díaz Ordaz, quien era anticomunista pero no pelele de los gringos. La intentona fracasó por una respuesta negativa y patriótica del general en quien depositaron sus esperanzas.

Objetivo yanqui: un protectorado en México

En clara violación de la Constitución General de la República y otras leyes, los tratados suscritos con los gabachos por los gobiernos neoliberales han conducido y conducen a la administración ilegítima de Felipe Calderón a militarizar el país, declarar una supuesta «guerra contra el narcotráfico», criminalizar la protesta social y avanzar hacia la implantación de un régimen policíaco-militar, al estilo de la Colombia oligárquica de los Álvaro Uribe y los Juan Manuel Santos. Esa falsa «guerra contra el narcotráfico» ha costado a los mexicanos más de 50 mil muertos y más de 5 mil desaparecidos, con el único fin de servir a la potencia al norte del río Bravo.

El gobierno inepto y corrupto del PAN recurre a las videograbaciones, cámaras de tortura, desapariciones de líderes sociales, asaltos militares, detenciones ilegales y matanzas extrajudiciales, mientras las bandas delicuenciales ponen en práctica las decapitaciones, ahorcamientos, robos, extorsiones, secuestros, masacres y fosas comunes clandestinas. En ese ambiente de ilegalidad y barbarie, resurgen, nacen y se reproducen los cuerpos paramilitares y las guardias blancas, bajo el amparo del crimen organizado, el gobierno espurio y la gran burguesía. El gran perdedor es el pueblo llano.

La política exterior mexicana y en especial la política de relaciones con Estados Unidos, construidas y aplicadas en más de siglo y medio, se han tirado a la basura por el gobierno proyanqui de Felipe Calderón. A los panistas, la soberanía nacional les tiene sin cuidado. Son entreguistas de corazón. México, que tantas acciones positivas dio antes de 1982, se está convirtiendo en un protectorado usamericano. Desde Miguel de la Madrid, las políticas económicas y sociales las definen los organismos financieros internacionales, en tanto que los «estadistas» mexicanos sólo sirven de figurones y de firmantes de decisiones tomadas en el extranjero.

Paso a paso el imperialismo norteamericano continúa avanzando en la invasión silenciosa del país. Las fuerzas armadas de México realizan maniobras militares conjuntas con sus similares gringas; la Secretaría de Defensa gabacha otorga «asistencia de seguridad» a sus «socios» por decenas de millones de dólares; el Comando Norte del Ejército de Estados Unidos participa en una base militar «mexicana» ubicada en la parte septentrional del país e interviene con presupuesto de la Iniciativa Mérida; el territorio patrio es ocupado por cientos –si no es que por miles– de policías, militares, mercenarios («contratistas»), espías y provocadores de la superpotencia al sur de Canadá, y altos funcionarios de la clase política usamericana opinan sobre asuntos internos de México y dan órdenes a los «líderes» de la administración panista.

Más claro no canta un gallo. La «guerra contra el narcotráfico» se concibió y diseñó en Washington, para que Estados Unidos regule y controle el tráfico mundial de estupefacientes, sin que se introduzcan cambios de ningún tipo en los problemas centrales, esto es, el consumo de drogas por parte de decenas de millones de noramericanos; el lavado de dinero del crimen organizado por cientos de miles de millones de dólares en el sistema financiero y bancario de EU; la libertad de acción de los jefes de jefes y capos de la droga gringos, y la llegada del extranjero y distribución en territorio yanqui de cientos de toneladas de narcóticos anuales. De esta manera, se ataca centralmente el transporte de drogas que provienen de Sudamérica, principalmente de Colombia, y de Asia, en especial de Afganistán y Myanmar. Así, los capitalistas gringos se llevan las más importantes ganancias, en tanto que México y Colombia ponen los muertos, y sufren la militarización y la descomposición de sus sociedades.

Desde la llamada Reunión de Alto Nivel México-Estados Unidos sobre la Iniciativa Mérida, celebrada el 23 de marzo de 2010 en el edificio de la cancillería mexicana con la presencia del gabinete de seguridad imperial, Hillary Clinton, Janet Napolitano, Robert Gates, Dennis Blair, Michael Mullen y otros políticos de EU tratan a México como un protectorado, con el consentimiento de Felipe Calderón, José Francisco Blaque Mora, Patricia Espinosa Cantellano, Guillermo Galván Galván, Mariano Francisco Saynez Mendoza, Genaro García Luna y Marisela Morales Ibáñez. No hay en los últimos 95 años ejemplo de mayor entreguismo de un gobierno mexicano.

¿Y todo para qué? Para que se fortalezca la seguridad de Estados Unidos, que no es, naturalmente, un problema nuestro. México no ha obtenido un solo beneficio de la guerra de los gringos contra el narcotráfico, de la pérdida de la soberanía nacional y del intervencionismo norteamericano. Al contrario. De ese proceso sólo ha conseguido la muerte de decenas de miles de compatriotas, inseguridad en todos los órdenes, descrédito internacional, descomposición social e institucional, retiro de capitales, avance impetuoso del narcotráfico y la drogadicción, desempleo y agudización de los problemas heredados del pasado y, sobre todo, de los problemas nacidos, desenvueltos y fortalecidos durante la larga noche del neoliberalismo.

Es en ese marco que se produce el atentado irracional del casino Royale, de Monterrey, Nuevo León, que, al carecer del más mínimo carácter político, ideológico o religioso, no puede ser caracterizado como terrorista, sino como parte integrante de la violencia criminal. Por cierto, en forma por demás irresponsable y aventurera, Felipe Calderón habla de terrorismo, con lo que estimula e incrementa las tendencias intervencionistas de los vecinos de allende el río Grande. Sin exageración alguna, sabedores de las prácticas de los guerreristas yanquis, cabe suponer que en actos como éste no se descarta la mano de los órganos de seguridad, espionaje y provocación de Estados Unidos, el principal país terrorista del mundo.

Dicha conclusión arranca del conocimiento de algunos hechos históricos. Desde la caída del bloque oriental, las empresas gabachas productoras de DVD han lanzado al mercado muchos documentales que abordan, entre otros temas, la guerra fría, la CIA, historia del siglo XX y algunas administraciones del imperio gringo, corroborando ciento por ciento lo que dijeron los soviéticos, los alemanes orientales, los cubanos y la izquierda mundial sobre la contención a fines de la década de los años 40 del Partido Comunista Italiano, la división de los sindicatos franceses, el caso Mohammad Mossadegh, el derrocamiento de Jacobo Arbenz, la aventura de Playa Girón, los intentos de asesinato de Fidel Castro, la caída de Salvador Allende, el subsidio a Jonás Savimbi y José Gilmore Holden Roberto, las quemas de cosechas en Cuba y otras acciones de carácter terrorista organizadas por EU y ejecutadas por la CIA y sus agentes a sueldo. Es útil insistir en que estos documentales han sido y son filmados, editados y distribuidos por empresas de la Unión Americana.

De cara al peligro real de ver convertida a la nación mexicana en un protectorado yanqui, a la clase obrera, a los campesinos y al pueblo de Hidalgo, Juárez, Zapata y Cárdenas no les queda más camino que el de la lucha sin cuartel por echar abajo los tratados antinacionales suscritos por los gobiernos panistas, por recuperar la plena soberanía nacional y por reencauzar a nuestro país por la senda de la independencia, la democracia, el progreso, la solidaridad latinoamericana y la paz internacional, así como por emprender la lucha contra la política belicista e intervencionista del imperialismo norteamericano, sus contlapaches, socios y cipayos. Son objetivos no sencillos, pero alcanzables.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.