Desde el comienzo mismo de la invasión de Ucrania por parte de la Federación Rusa, la reacción de los propios rusos ante la guerra ha constituido una cuestión central.
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Las elecciones nacionales del 9 de mayo en Filipinas se llevan a cabo en un país que se tambalea bajo los golpes de las múltiples crisis del sistema: pandémica, climática, económica, social.
Los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas han ejercido sus poderes de veto principalmente para proteger sus propios intereses nacionales o los intereses de sus aliados políticos y militares.
La confrontación entre la OTAN y la Federación Rusa en territorio ucraniano, está alineando a los países en posiciones sorprenden a más de uno.
La invasión rusa de Ucrania es una muestra de su imperialismo. Pero el imperialismo es también una estructura del espacio mundial dominada por unos pocos países que se apoyan de forma particular en su poder económico y en sus capacidades militares.
Las condiciones que inciden en el aumento global de la pobreza se ven exacerbadas por la guerra en Ucrania, de acuerdo con el informe de Oxfam.
Solo si la Historia empieza hoy es creíble que el objetivo de las empresas de armas sea defender la democracia y que potencias que han sembrado horror en las últimas décadas sean las grandes abanderadas de los derechos humanos.
En esta carta quiero explicar a amigxs y colegas brasileños mi posición sobre la guerra en Ucrania, a saber: que se trata de una agresión unilateral de Rusia.
El golpe de Estado que acaba de acontecer en Pakistán no solo ha afectado este país, sino que ha impulsado una tendencia que se hace cada vez más fuerte en todo el mundo: la lucha de los pueblos contra las formas de gobierno oligárquicas y parlamentarias liberales.
El encanto de la privatización, como el salvador de la crisis capitalista, no es sino una leyenda ficticia cuyas consecuencias son sólo el empobrecimiento creciente de los obreros y trabajadores y la destrucción del medioambiente y la naturaleza.