Julián Assange expresaba hace 10 años en Wikileaks: «El objetivo es utilizar Afganistán para lavar dinero de las bases impositivas de EEUU y de países europeos a través de Afganistán y traerlo de vuelta a las manos de las élites de la seguridad transnacional. El objetivo es una guerra eterna, no una guerra exitosa».
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Una vez más se constata que Afganistán es el cementerio de los imperios. El arrogante poder mundial estadounidense ahora huye despavorido arrastrando deshonrosamente el féretro de la vergüenza.
La caída de Kabul ante los talibanes el 15 de agosto de 2021 es una gran derrota política e ideológica para el Imperio estadounidense.
EEUU invirtió mucho para conquistar Afganistán y no va a quedarse con los brazos cruzados.
En lugar de luchar contra el terrorismo, la Guerra contra el Terrorismo no ha hecho más que alimentarlo. Es una cortina de humo para que Estados Unidos mantenga el dominio mundial, para mantener a China pequeña y una buena excusa para que el complejo industrial militar siga ganando dinero.
Mariam Rawi (nombre ficticio) es activista de la Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán (RAWA, por sus siglas en inglés), organización abiertamente feminista y secular que lleva más de cuarenta años luchando desde la clandestinidad contra la ocupación soviética, el régimen talibán, la ocupación de la OTAN y ahora vuelve a afrontar un futuro de fundamentalismo religioso.
Para que un actor sea creíble en la política internacional, se supone que hace lo que dice. La Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, conocida como ASEAN, habla de su derecho especial a ocuparse de la crisis de Myanmar en la situación de creciente agitación que se vive tras el golpe militar.