
En lugar del sistema bipartidista que teníamos desde 1949 hasta ahora, en el que el partido que pasaba a encabezar el gobierno obtenía por lo menos del 30% de los votos, a veces incluso más del 40%, ocupando así una posición dominante en las sucesivas coaliciones (salvo en el caso de una gran coalición, que contaba entonces con una mayoría de dos tercios en el parlamento), ahora tenemos una oferta mucho más variada.