La reciente carta de Axel Kaiser , publicada en El Mercurio, más que un acto reflexivo, parece una parodia de salmo bíblico de agradecimiento. Abusa del recurso literario de la anáfora en su forma más pedante. Lejos de reforzar una idea o generar un ritmo que invite a la reflexión, lo que logra es una monotonía que ahoga cualquier posibilidad de emoción o crítica.