
Si se analiza la evolución de las políticas de estabilización y ajuste estructural promovidas por organismos internacionales como Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional (FMI) en países periféricos o de menor “desarrollo”, se encontrará que siempre se encuentran nuevos argumentos para justificar su ejecución por gobiernos que enfrentan -por los general- problemas de endeudamiento externo, desequilibrios fiscales y en balanza de pagos y baja oferta exportable de productos donde las distorsiones en el sistema de precios se consideran factores causales.