Categoría: América Latina y Caribe
Violencia y represión en Chile: ¿Se necesita una nueva policía? Es el titular que publica este 3 de octubre el medio alemán DW, señalando que “La imagen de un carabinero empujando a un adolescente hacia el lecho del río Mapocho revivió el debate sobre una reestructuración de la policía militarizada chilena”.
El Observatorio de la Deuda Social Argentina informa que, a pesar de las circunstancias derivadas de la pandemia y gracias al trabajo coordinado de sus equipos a nivel nacional, ha finalizado el trabajo de campo de la Encuesta de la Deuda Social Argentina (EDSA).
A poco menos de un mes y tras la somnolencia festiva y el apaciguamiento socio-económico del retiro del 10%, la población comienza a despertar lentamente a la realidad política distorsionada por la pandemia, el confinamiento, el discurso errático y confuso del gobierno y el resurgimiento de una eventualidad cierta de la cesantía, entre otros efectos, que la envuelven en la incertidumbre.
La kafkiana campaña de lawfare contra la izquierda latinoamericana parecía imposible de combatir conforme expresidentes como Rafael Correa, Lula, Evo Morales cayeron ante los jueces y sus ex ministros fueron acusados de haber cometido delitos por el simple hecho de haber sido ministros.
En el contexto actual, las migraciones internacionales se han incrementado [1] y han estado relacionadas y provocadas por múltiples procesos producidos por la globalización neoliberal (el incremento de la desigualdad y el deterioro de la estructura productiva, el aumento de la pobreza y la concentración de la riqueza, la carencia de empleos y salarios bien remunerados, el crecimiento de la violencia, entre otros).
Estados cada día menos laicos, con adioses al aborto legal, al matrimonio homosexual, a otros derechos de géneros minoritarios y a la educación sexual, podría ser el futuro de muchos países en América Latina si sigue el ascenso político del fundamentalismo religioso.
En tiempos de peste respiratoria, se queman y deforestan grandes extensiones de dos de los ecosistemas más importantes de Brasil y el mundo: la Amazonia y el Pantanal. La catástrofe coincide con la política de desarme de las instancias de fiscalización ambiental que apadrina el ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles, una gestión que dejará graves consecuencias, difíciles de revertir.