
Cuando la crónica deportiva nacional era más refinada, con menos cara de “nenes de bien” y más cercana a la vieja charla de esquina (más periodismo y menos entretenimiento), se decía que al fútbol Tupiniquim le iba bien dentro de las cuatro líneas y mal fuera. Sucede que hoy el fútbol profesional es una enorme cadena de valor global, donde los países más pobres (y las regiones empobrecidas de los barrios periféricos europeos) aportan la materia prima (jóvenes adolescentes al firmar el primer contrato) para centros de formación o clubes-empresa de Europa.